viernes, 29 de marzo de 2013

El arte del azote de Milo Manara y Jean Pierre Enard

En el norte de México, donde he vivido mi vida entera, las mujeres son "bravísimas", son como un ventilador de seis aspas para tirar chingadazos, por lo que este asunto de azotar a una mujer, para mí, pobre macehual ignaro, es algo completamente extraño.

Milo Manara es uno de mis ilustradores favoritos. Podemos achacarle cierto machismo a sus dibujos, con esa mujeres "perfectas" de melenas felinas, con los labios gruesos y, aunque las mujeres que dibuja se comportan como "la mujer maravilla", siempre están dispuestas para el sexo sumiso.

Jean Pierre Enard escribió uno de mis libros favoritos: Cuentos para enrojecer caperucitas, libro que una amable lectora me regaló y que al día de hoy conservo con cariño. Enard es dado al sexo explícito, sumiso y algo sádico.
¿Porqué entonces no gustar de este libro?....bueno, el tema del golpear a una mujer me repugna, y es por eso que este libro estuvo años en mi estantería esperando a que lo leyera.

El libro no está nada mal. No contiene los mejores dibujos de Manara, pero, exceptuando el personaje masculino tan chocante, no está mal.

El texto.....no es gran cosa, pero no deja de ser interesante. Yo creo que el autor quiso reescribir  "el arte del azote" de Jacques Serguine, un himno al azote y la nalga de la mujer; pero el libro de Enard contiene historia:

Una buenérrima mujer, Eva Lindt (más derretible que los chocolates ídem) viaja en el tren hacia Dijón; ella es reportera de chismes sexuales para las revistas de chismes sexuales. Junto a ella se sienta un individuo en su temprana madurez: Donatien Casanova (sí, un chiste del autor) El tipo trae un libraco que se llama "El arte del azote", y pretende ilustrar a la sabrosa señorita sobre la bondad de sus costumbres sexuales.


-El azote ha pasado de moda -declaró-. Hoy en día está mucho más de moda admitir un gusto por los látigos y el cuero que por unos azotes inocentes!
Probablemente nunca la han azotado...

Bueno, la historia no es tal: Donatien le explica su vida como azotador y ella se calienta, para dejarse azotar al final. Todo aderezado con ilustraciones calentorras de un tipo muy feo azotando a muchachas muy guapas.


Mi polla abultaba dentro de mis pantalones. Sophie se dio cuenta, alargó la mano y me bajó la cremallera. Mi órgano salió disparado hacia fuera. La joven lo acarició con una serie de besos delicados, mientras sufría el torrente de fuertes bofetones que le estaba propinando la doncella, y que acabaron por hacer aflorar lágrimas en sus ojos. La doncella volvió a cogerme la mano.
-Tóquelo y verá cómo arde, monsieur.
»Era demasiado. El espectáculo del azote me había excitado más de lo que
podía imaginarme. Aparté a Sophie a un lado y tumbé a la doncella sobre la cama.
Le levanté la falda. Llevaba unas finas bra gas de algodón que le cubrían el culo por
completo. Se las arranqué con tanta violencia que se rompieron. Ella dejó escapar una sonrisa desdeñosa y susurró:
-A su servicio, señor.
»Se puso de rodillas sobre la cama, con la cabeza bajada, como lo haría un fiel que se arrodillara para rezar en dirección a La Meca. Sus nalgas llenaban toda mi visión, dos enormes bolas que revelaban la flor violeta de su ano.
»Rápidamente, extendí mi mano sobre ellas, cubriendo tanta superficie como me era posible.. A cada golpe, la doncella me animaba con una sonrisa, mezcla de placer y gemido. La golpeé sin misericordia, seguro de que podría soportar muchas más cosas. Además, estaba tan excitado que no podría haberle hecho daño. Sólo los sádicos con sangre fría hacen daño a sus víctimas. Esas prácticas no tienen nada que ver con el arte gentil y divertido del azote...
»Continué azotando el relleno y tembloroso culo de la doncella. La vi meter la mano entre sus muslos y comenzar a acariciarse, rogándome, «Sí, monsieur, más fuerte, ¡más fuerte!»
»Mientras, Sophie no estaba ociosa.
Se deslizó debajo de su compañera para colocar su raja justo en la cara de la doncella. Ésta comenzó rápidamente a lamerla, jugueteando con la lengua por la ácida rendija mientras la chica me buscaba con la boca. Yo cooperé sin dudarlo y, sin parar un momento de azotar aquellas medias lunas, metí mi pene en la boca de la adolescente.
»Estaba fascinado por aquellas nalgas que se tensaban, se entregaban, se recogían y se adaptaban al ritmo de mis azotes.
La doncella se puso a trabajar con su sexo, mientras sus gemidos se hacían más rápidos y vehementes. Yo adapté mi ritmo de azote al de sus jadeos. De repente, se
puso rígida y chilló, «¡No!»
»En mi ingenuidad de principiante, pensé por un momento que le había hecho daño. Pero rápidamente lo comprendí, mientras la veía retorcerse y gemir extasiada. En ese mismo instante, se introdujo toda la vulva de Sophie en la boca,
labios y clítoris juntos, succionando, lamiendo. La chica se estremeció y se abandonó al clímax, llenando toda la habitación de un aroma de ámbar y limón. En cuanto a mí, habría sido de mala educación prolongar mi placer por más tiempo. Eyaculé en la garganta de Sophie un chorro de licor que a punto estuvo de asfixiarla.
»Entonces saboreé todo mi triunfo, colocando cada una de mis manos sobre un culo diferente, pero delicioso. Mi visita a la rue Cavour me había enseñado una cosa: ¡en el arte del azote había que olvidar cualquier idea preconcebida!

Así, el tipo se inicia con las prostitutas, para después conseguir una serie de amantes con gustos similares. Algunos amigos que tengo dicen que las mujeres con gusto por el maltrato en lo sexual son abundantes, pero la verdad es que me declaro ignorante.


»Entonces obligó a Francoise a colocarse en una postura más adecuada, a
cuatro patas, con las piernas abiertas.
Ella me colocó entre los muslos de su secretaria, y yo la penetré hasta la empuñadura, encantado ante aquella vaina de terciopelo.
Pero Virginia no me dejó en paz. Me hizo sacar el miembro y a con-
tinuación penetrar el ano, donde, con más dificultades, me hundí en aquel orificio rosado, que olía a musgo y ámbar, y que se cerró fuertemente en torno a mi miembro. Yo bombeaba con fuerza, la taladraba.
-¡Por Virginia.
»Así que me fui follando a Francoise alternativamente por el culo, por el coño, entrando en uno después del otro, saliendo del primero para entrar en el segundo, adentrándome en éste para desertar y explorar aquel. Cuando vio que ya había cogido el ritmo, Virginia se puso a horcajadas encima mío y comenzó a azotarme sin cuartel. Yo me retorcía bajo sus golpes, chillaba, protestaba. Pero al mismo tiempo la animaba a continuar, más fuerte, más rápido. y aun así, seguía follándola por el coño, por el culo, por el coño...*
Francoise se removía debajo mío, moviéndose al ritmo de la copulación. Mis nalgas comenzaron a calentarse. Virginia me golpeaba con el dorso de la mano, y también con el borde. Mi culo estaba en llamas. Tenía que explotar.
delante otra vez! -ordenó
Agarré a Francoise por las piernas y avancé hacia su interior. Ella comenzó a bailar bajo mí, transportada a algún tipo de misterioso trance ceremonial. Comencé a sentir un escalofrío en mi nuca, que me recorría toda la columna vertical y acabó extendiéndose por todo mi ser. ,sintiendo el líquido que salía de mi interior, Francoise se abandonó al clímax de su placer. y aun así todavía no me había librado de Virginia, que continuaba sentada a horcajadas sobre mí, golpeándome las nalgas. Cerró más sus muslos en torno a mi cadera y frotó su monte de Venus contra mi espalda. Me abofeteaba, me golpeaba, me azotaba, con un ardor que me electrificaba. De repente, me apretó aún más entre sus piernas y dejó escapar un fino chorro de líquido que recorrió mi espalda. 


Al final, todo estaba planeado. Casanova quería mostrar a la chica de nombre chocolatoso que la podía seducir y exhibir. El libro es bueno. Recomendable aunque no te gusten ese tipo de prácticas.


Perversógrafo: Sexo vaginal, oral, anal, sumisión, masoquismo, azotes, lesbianismo, prostitución, masturbación, beso negro, trios.



El arte del azote
Milo Manara y Jean Pierre Enard
Norma Editorial, Manara Color #13
ISBN: 84-8431-092-2
Páginas: 96

* NOTA SANITARIA: De la vagina al ano = OK, del ano a la vagina NUNCA, cambia el condón primero





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