domingo, 24 de abril de 2011

Coños de Juan Manuel de Prada

Parece ser que el autor de éste libro no es el bicho más popular en su país. He escuchado y leido bastantes comentarios que lo describen unánimemente como un pendejo. Yo tengo el enorme gusto y placer de no conocerlo.

Yo no se si sea un pendejo o si sólo son posturas políticas, lo que sé es que Juan Manuel de Prada es un virtuoso de la literatura de entrepierna. En serio, en serio (iba a poner otro en serio, pero creo que ya captaron).

Coños es un libro con una serie de ensayos cortos, es un libro que describe decenas de "coños", o mas bien, que describe a las mujeres en relación a sus coños.

Con títulos como "El coño de las vígenes", "el coño de las violonchelistas", "el coño de la tenista"; Todas las clases de mujer, todas las actividades; los coños definen a la mujer o la mujer define a su coño. Cuentos, alabanzas y rarezas.

Este libro está supuestamente inspirado en el libro "senos" de Ramón Gómez de la Serna, libro que aún no localizo, pero que por los fragmentos que he leido, guarda bastante similitud.

Coños fue escrito en edicion no venal en 1994, reimpreso por Valdemar en 1995. Coños es una delicia de libro, me recuerda un poco Kurt de Pedro da Silva, es un libro interesante de leer; es una exaltación de la mujer hecha por un hombre que las admira, a pesar del tono misógino que a veces toman los textos.

Como cosa curiosa, a medida que avanzan los textos, las historias se hacen más extrañas y surrealistas; también se hacen más cómicas.


El coño de las momias
Forrest Madison, el célebre egiptólogo, me cuenta sus idilios con Nefertiti, mientras le pongo la camisa de fuerza. Llevo muchos años trabajando de enfermero en este manicomio, repartiendo hostias a esos locos furiosos que se me quieren subir a las barbas, o dándoles palmaditas de ánimo a esos otros locos dóciles que me creen una especie de dios, pero nunca me había topado con un caso de tan disparatada locura.
Forrest Madison, el célebre egiptólogo, se ha tragado toda la arena de los desiertos de Egipto; semejante empacho ha debido, sin duda, obturarle el raciocinio. Forrest Madison se cubre la cabeza con un sombrero salacot, y viste con chaqueta de lino y pantalón caqui, como un egiptólogo de tebeo. Jura y perjura haber mantenido relaciones carnales con la momia de Nefertiti (o Nefertari, no estoy muy versado en dinastías egipcias), a la que descubrió en una especie de mausoleo o mastaba, próximo a la presa de Asuán. La momia de Nefertiti (recojo por escrito las confidencias de Forrest Madison) se hallaba en buen estado de conservación, bien abrigada de vendas y bálsamos, con las manos entrelazadas a la altura del pecho y las piernas juntitas. La momia de Nefertari, cuya belleza triunfaba sobre la erosión de los siglos y el acarreo de arenas, reposaba en un sarcófago antropomorfo con incrustaciones de lapislázuli e inscripciones jeroglíficas que detallaban su ascendencia. La momia de Nefertiti, una vez apartadas las vendas y espolvoreada de DDT (en las tumbas egipcias hay polillas y piojos y cucarachas), se mostró bellísima y con un cutis que para sí quisieran muchas quinceañeras. Increíblemente, tenía todas las vísceras intactas (también el hígado, que se corrompe con facilidad, y el intestino grueso), en contra de lo que ocurre con el común de las momias. Forrest Madison sostiene que este sistema de embalsamamiento, desconocido hasta entonces para los egiptólogos, pudo ser introducido por inteligencias cósmicas, bien mediante magisterio físico, bien mediante instrucciones emitidas desde otra galaxia. Este sistema de momificación, aparte de otras ventajas sobre el tradicional, mantiene la secreción de las glándulas salivales y preserva la humedad de los labios, tanto los de la boca como los del coño. El coño de Nefertari tenía unas excoriaciones típicas de la mujer violada después de muerta (los sacerdotes egipcios, que hacían promesa de celibato, llegaron a desarrollar una curiosa fijación necrófila).
Forrest Madison, que, aunque no había hecho promesa de celibato, llevaba varios meses sin jalarse un rosco, aprovechaba esas horas de cansancio irremisible que preceden al amanecer, cuando sus ayudantes caían derrengados, para fornicar con la momia de Nefertiti. El coño de la momia, me cuenta Forrest Madison, era crujiente como un hojaldre, y había que penetrarlo con delicadeza, para que no se desmoronase. Pese a que los primeros coitos resultaron un tanto abruptos (las paredes de la vagina raspaban como un estropajo), Forrest Madison fue perfeccionando su técnica, hasta obtener unos rendimientos aceptables.
El coño de la momia, convenientemente lubricado de aceite o esperma, parecía esponjarse y abrir sus compuertas. Forrest Madison, el célebre egiptólogo, se tendía sobre la momia, o se hacía un huequecito dentro del sarcófago, aquel tálamo mortuorio, y se beneficiaba a la difunta Nefertari a pesar de los milenios que los separaban (la momia no jadeaba, por supuesto, pero sustituía los jadeos por crujiditos), como quien se come un solomillo de mamut congelado. El coño de la momia, por cierto, estaba circunciso (quizá los sacerdotes le hubiesen extirpado el clíroris porque así lo ordenase el ritual), de modo que Nefertiti no creo que disfrutase mucho, suponiendo que el placer trascienda las barreras temporales.
Forrest Madison, el célebre egiptólogo, me cuenta esta historia inverosímil con una seriedad llena de pausas y carraspeos. No sé si pegarle un par de hostias, aprovechando que nadie me ve.




El coño de las filipinas
Las muchachas filipinas entran en nuestras casas como criadas de poca monta, y terminan gobernando nuestros destinos.
Son muchachas eficientes, melifluas, respetuosas de la cofia y el delantal, que nos cautivan con su sonrisa de japonesas apócrifas y sus cejas afinadas como lombrices. La primera vez que las sorprendemos agachadas, sacándole brillo al parqué, o barriendo el tamo que hay debajo de las camas, no podemos resistimos al panorama de sus bragas, al mapamundi oriental de sus muslos, y les damos una palmadita que a ellas las ruboriza y a nosotros nos hace sentir culpables, como señores feudales con derecho de pernada. La segunda vez, sin embargo, ya no nos limitamos a incurrir en ese mismo desliz (venial, a fin de cuentas), sino que, saltándonos las fronteras entre razas y estamentas sociales, las poseemos sobre el parqué (o, en todo caso, sobre el tamo que hay debajo de las camas, lo cual hace más cómoda la posesión), y quedamos ya para siempre prendados de su sabiduría erótica. El coño de las filipinas, fino y estilizado como un búcaro de alabastro, es un coño pueril, obcecado en sus orgasmos, apenas practicable, sobre el que reincidimos una y otra vez, con esa machaconería de quien se viste una prenda que le queda estrecha. El coño de las filipinas, ese bibelot de porcelana rosa, nos hace un poco de daño en el glande, y esto lo aproxima al esfínter anal de las africanas, que es un esfínter menos expedito que el de las europeas (pero sobre culos hablaré en otro libro, para cobrar por partida doble). El coño de las criadas filipinas nos obsesiona, ofusca y sorprende, igual que nos ofuscan, obsesionan y sorprenden sus manos de meretriz pequeña, sus pómulos salientes y esa boca que tritura las palabras antes de emitirlas, esa boquita filipina que parece un coño suplementario.
Nos enamoramos de las criadas filipinas, las liberamos de la cofia, las llevamos a los altares, y luego nos dejan por un ministro jubilado o un cantante de baladas cursis. ¡Ingratas!

No agrego nada más, disfruten.


Perversógrafo: sexo vaginal, oral, masturbación, contorsionistas, zoofilia, necrofilia, voyeurismo, dominación, sexo extraño.



Coños
Juan Manuel de Prada
Ed. Valdemar
2005
ISBN: 8477024499
229 pags.


3 comentarios:

  1. Infórmate mejor, haz el favor.

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  2. Hola Sergio;

    ¿Y la "flameada" se debe a..........?

    No conozco al tipo, sólo he leido algunas obras de él que son relevantes para un blog sobre literatura erótica.

    Si quieres agregar algo, bienvenido; de su libro solo expreso una opinión que puede ser correcta o no.

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  3. Los que critican a este enorme autor son los mismos de siempe en su país de hipócritas. Es uno de los autores mas enormes de su generacion y ya les gustaria los presuntos pogres que se las dan de intelectuales escribir una sola linea como este hombre Sus otros libros son aun mas interesantes. Lo que él piense, es prblema suyo. nosotros somos lectores. ya esta bien de analfabetos.

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