martes, 5 de abril de 2011

Cruel Zelanda de Jacques Serguine


Antes de conocer al autor del libro yo caí en la trampa de creer que estaba escrito por una mujer......En "Cruel Zelanda" tenemos un típico caso de "travestismo textual", uno muy bien llevado a cabo, al menos en la primera mitad del libro.

El estilo me recuerda mucho a "La vida sexual de Robinson Crusoe", de Michel Gall (Humprey Richardson), prin cipalmente por el tema similar que trata:  un europeo desinhibiéndose sexualmente en una isla, hasta llegar al paroxismo. Si en "La vida sexual..." el tema era el onanismo, el bestialismo y la fantasía, en éste libro es la nalgada, el sometimiento sexual y la horda promiscua.

El libro se editó en 1978 en Francia de manera anónima, y sólo recientemente Jacques Serguine ha reconocido la autoría. Serguine ya había escrito un libro de temática similar (aunque de distinta hechura) en 1973, con "Elogio de la azotaina", un manual sobre la nalgada y el golpe, a mitad de camino entre el manual de uso y el elogio literario.

En "Cruel Zelanda", Stella, una mujer inglesa en la época victoriana narra en primera persona su monótona vida sexual, llena de miedos, vergüenzas y ascos. Ella "es casada" con un oficial inglés con el que tiene un sexo muy victoriano.

Tras un breve tiempo de matrimonio, son destacamentados en una Nueva Zelanda salvaje, un poco más parecida a Nueva Guinea que a NZ en 1850, pero eso era predecible si es necesario que los salvajes anduvieran desnudos. No bien llegan, son atacados desde la jungla, sus compañeros dispersados o muertos y ella es llevada prisionera al "pah" de los maoríes.

En el gineceo, las mujeres la curiosean, la desnudan y la tocan, la pellizcan, la hurgan, la limpian, rien  y la lamen, siempre curiosas por el color de su piel. Ella se asquea de la desnudez y se atemoriza ante tanta sensualidad. Se da cuenta que ella nunca se había visto desnuda a sí misma.

Rubia, de grandes senos redondos, es toda una curiosidad. A la primera oportunidad le dan nalgadas, a las que ella responde con enojo y vergüenza, pero paradójicamente descubre que se siente excitada. Está siendo nalgueada ante la mirada de un hombre y se deja masturbar por la mujer que la azota.

En el pah, puede apreciar la diferencia de conceptos de la desnudez, de los olores y de la sensualidad de los nativos contra su moral victoriana. Moral que por otro lado es casi inmediatamente dejada de lado para integrarse a la tribu.

Una noche la sacan del gineceo y la llevan ante un inmenso hombre que parece ser el jefe de la tribu. Las otras mujeres la  desnudan y la presentan; la amarran a una especie de potro que está en la parte central del pah y la presentan completamente abierta. Quien quiera puede acercarse a tocarla, a meterle los dedos; incluso un chiquillo le besa en los genitales.

Al encontrarla demasiado seca, es azotada para que se excite (acción que se repite en todo el libro); para poder ser violada por un hombre que le hace un "rapidito" como rito de iniciación, ceremonia que nunca se explica ni se entiende, excepto que se tratara de una suerte de raza de erotómanos (cosa que no parecen ser por la falta de sensualidad que los hombres siempre muestran)

En otra ceremonia, es depilada en público, amarrada a una cama convexa. Así expuesta, es tocada y acariciada todo lo que la multitud quiera. Aunque el lesbianismo no es muy aceptado en la narración, se practica con natualidad, principalmente en la gran tienda de las mujeres.

En otra extraña ceremonia, la colocan atada en una posición completamente expuesta y es "pasada por las armas" por todos los hombres de la tribu, quienes parecían sufrir de eyaculación precoz. Los maoríes veían el sexo de manera orgánica, son los niños los que lo ven más de manera lúdica, pero en general los hombres satisfacen una necesidad y cumplen un rito casi de dominación, mientras las mujeres tienen relaciones de cariño entre ellas (cariño que nunca excluye unas buenas nalgadas para excitar al que las recibe, al que las observa y al que las aplica)

Con las manos sujetas a sus caderas, apretaba mi boca y toda la parte inferior de mi rostro contra su vulva desnuda, de tal manera que yo también me encontraba con las nalgas separadas y el sexo expuesto. Y en el mismo momento en que sentía brotar entre mis labios la savia feroz y mareante de Nawa-Na, la verga casi monstruosa de Ra-Hau, se hundió entre mis nalgas y me penetró en la vagina hasta las entrañas. Realmente me dio la sensación de que chocaba con mi corazón en lo más hondo de mí. Ra-Hau, que era todo un semental, emitió un vibrante y potente « ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! », que evocaba el grito de un caballo, y casi al mismo tiempo, bajo una punzada de goce que creí que me destornillaría la vagina, lancé un larga queja, ululante, que la pequeña vulva mofletuda y toda mojada de Nawa-Na, que me llenaba la boca, no logró amortiguar. Con salvajes sacudidas, mis riñones respondieron a los ataques bruscos y violentos de Ra-Hau, hasta el último segundo en que todo se desgarró en él y en mí.


Otro tema recurrente son los enemas anales y vaginales, que parecen cumplir un rito que no se entiende bien, pero hay un elemento juguetón y burlesco en ellos. Después de uno de esos enemas, la presentan al jefe de la tribu, quien la deja azotar a Nawa-na, una negrita misteriosa que parece tener un rango superior, para luego darle una enculada de miedo y terminar en un trío rodando por el suelo.

Después de esa experiencia, es integrada por completo al clan, como si su rango fuera superior. Sin embargo no cambia el hecho de que era un botín de guerra, que era tomada por quien la quisiera, hombre mujer o niño, de manera individual o en grupo, por delante, por detrás, por la boca, por las tetas; en la noche o en el día, en privado o en público; lo normal es ver a cuartetos.

Uno de los días extremos, está caminando por el bosque e intenta contar un cuento a los niños (que formaban clanes por edad, ya que no hay pertenencia ni familias en el pah) Ellos quieren jugar, así que la hacen caer, para enseguida abalanzarse sobre ella y desnudarla, besarla y tocarla. Prácticamente la violan por todos los agujeros entre los muchachos y muchachas más grandes (prepubertos super desarrollados)

Toda la tarde participa en los juegos infantiles, como un juguete-objeto de ellos. Ella descubre que entre los juegos infantiles se excluye la penetración vaginal, no así la sodomía entre varones; contrario a lo que sucede con los adultos.

Los niños veían el sexo como una manera "des-sensualizada" de relacionarse, como darse cariño y no como darse pasión. Ella se permite participar, excitada por una escena de doble oral, hetero-homosexual, masturbación lesbiana y curiosa sodomización homosexual. Parece que al autor se le acabó el tema y recurre a la exageración.....pero así es este asunto de la literatura erótica.

Con un jovencito tiene una relación que sí la satisface:

Esbozó los primeros vaivenes, las primeras sacudidas de un trabajo de hombre, pero se lo impedí, contrayendo lo más que pude el ano alrededor de su verga, ahogándola, por así decirlo, entre mis nalgas y el fondo de mi vientre. En verdad, resultaba profundamente delicioso, constreñirle de ese modo,
inmovilizarle y guardarle mientras seguía empalmado como un pequeño soldado dentro de mis entrañas. Acostada de lado, a diferencia de cuando me doblaban en dos cuando me enculaban, me parecía sentir en todas su longitud su altiva y elástica delgadez en la carne sólida e íntima de mi vientre y el contacto de la adorable lanza rígida. Empecé a gozar muy suavemente, mediante pulsaciones adormecidas, soñadoras, contrariamente a lo que hasta entonces sólo ocurría mediante desgarros o sacudidas. Era como un pulso de placer, que latía en lo más profundo de mí, alrededor de la verga del niño. Incluso el dolor que subsistía en el ano, mantenido abierto a la fuerza, se volvía familiar y dulce. El niño no se molestó por que mantuviera en suspenso su propio goce. Sin abandonar mi presa, mi total dominio sobre él, despegué imperceptiblemente el flanco del suelo, y por sí mismo mi juvenil amante deslizó la mano, luego con todo el brazo me rodeó la cintura, con la seguridad y el calor de un hombrecito, y por fin cerró los dedos muy posesivamente sobre mi vulva. Pero también me divertí prohibiéndoselo. Cubrí su mano con la mía, le aflojé y le alargué los dedos hasta que comprendió que debía dejarlos sueltos y flexibles, y entonces los utilicé, como un peine con vida, para acariciarme el clítoris, los labios, las ninfas, el hueco mismo de la vagina. El niño reía entre dientes con este nuevo artilugio. Y yo pronto empecé a gemir por lo bajo y a mugir de placer: la extrema situación provocada por el suave cepillo humano se unía a la que renacía, como renacen las olas, presta a rodar y a desencadenarse entre mis nalgas y en lo más
profundo de mis entrañas. La niña que me había dado una azotaina vino a su vez a acostarse a nuestro lado, justo delante de mí, acompañada de una amiga. Intentaban imitarnos con los medios de que disponían. Cada una enfilaba un dedo en el ano de la otra y, con la mano libre, le entreabría y le acariciaba, primero con cierta prudencia, luego siempre con mayor fogosidad las partes genitales, de manera que no tardaron en gemir mutuamente. Esta visión, sus vocecitas alteradas y también, después de todo, el recuerdo no menos vivo y no menos carnal de haber sido azotada por esas niñas rompieron las últimas ataduras de mi excitación. Por otra parte, mi insidioso pequeño amante se aprovechó de que mi atención se encontraba dividida desde que me masturbaba con sus manos para volver a ponerse en marcha entre mis nalgas. Avanzaba y retrocedía muy bien, distendiéndome sólo lo justo, asustándome sólo en el instante en que creía que iba a salir de mi, antes de cambiar su movimiento, esta especie de estiramiento de la carne por la carne, y de tensarse en lo más húmedo y más palpitante de mi vientre.
–¡Espérame! ¡Espérame! –le supliqué, jadeante.
Y en verdad parecía comprenderme; se retuvo hasta el instante mismo en que, descompuesta, inundada, solté en el interior de la vagina y entre sus dedos todo el flujo convulsivo de mi placer, mientras, exactamente en el mismo momento, me la ensartaba por última vez con un gran espasmo desgarrador y desgarrado, y descargaba a su vez su joven y ardiente semen, lo cual nos hizo gritar a los dos.
Después, me sentí totalmente feliz. Dormí un poco en el caluroso atardecer, mientras los niños, incansables como sólo pueden serlo ellos, proseguían sus juegos, cantos y danzas. 

Al llegar a la aldea, descubre que hay fiesta y la quieren como postre común, pero al ver que no puede  excitarse por estar saciada, le dan un urticante vaginal y anal que la obliga a rascarse por dentro con las vergas de toda la tribu.

Un dia capturan a James, su marido, y lo someten a las mismas ceremonias de iniciación: Potro, enculamiento, rasurado público y violación multitudinaria. Ella parece estar triste por volver a la europea realidad. Ella nunca puede convencer al marido de que el sexo es algo natural, él sigue viendo al sexo con asco.

Al final huyen y siguen con su aburrida vida en Inglaterra.

Entendiendo el mensaje de la última parte del libro, James parece ser la educación represora de Stella, Nawa-na parece ser la sexualidad y la pasión latente en ella, que nunca se dibuja; los salvajes son la genitalidad del sexo desapasionado; los niños el sexo al natural y "a lo bestia".  Lo que ella busca es que James (la educación) acepte la vida de los salvajes (la genitalidad) como algo positivo. Eso la hubiera hecho feliz.

Pero la educación gana.


Ahora, si me preguntan mi opinión (que no me la preguntan, pero soy el administrador y me vale madres) la inspiración del libro pudiera venir de las pinturas de Paul Gauguin en Tahiti y la Polinesia, bellas pinturas de mujeres hermosas viviendo al natural en el paraíso. La pintura "El día de los dioses" está expresada en el capítulo de la orgía infantil del libro.

Es un buen libro......muy, muy genital, casi rayando en lo pornográfico.






Perversógrafo: Sexo vaginal, anal, oral, entre las tetas, en público, individual o colectivo, desfloración, nalgadas, masturbación, lesbianismo, sodomía, deseos pedófilos, efebofilia, violación, gang-bang, desnudez, depilación, afrodisiacos, enemas, ducha vaginal, flagelación, trios, felación, dominación, sumisión, masajes, dedos y verduras por el culo.



Cruel Zelanda
Anónimo
La Sonrisa Vertical SV 23
Octubre 1980
ISBN: 978-84-7223-323-2
248 pág.


6 comentarios:

  1. El Elogio de la Nalgada me encantó, de modo que me lo apunto ( me suena tanto que es posible que lo haya adquirido en algún lote, y lo tenga por ahí, en la estantería detrás de los libros serios,...o quizá leí ya sobre él).
    Me tienes la libretita de apuntes llena!

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  2. de la azotaina, ainchs. qué cristo tengo en la cabeza!

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  3. Nalgada suena más bonito.......suena a nalga, piel morena, músculo que se mueve. Azotaina suena a azote, a moretón y a mujer llorando.

    Me dejas intrigado ¿Cuáles son los "libros serios"?

    Ahora, por tus apuntes no te preocupes, que ya pronto termino con lo que he leido y entonces sólo habrá entradas cuando termine de leer un libro, así les doy tiempo de ponerse al día.

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  4. Los libros serios son El Quijote, La Celesina, El Amadís de Gaula, qué sé yo, los que no importa que vean las visitas...;)

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  5. buena pagina pero conoceras un link donde se pueda leer completo, gracias

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  6. Yo la he visto aquí:

    http://es.scribd.com/doc/56586815/Cruel-Zelanda

    Saludos

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