sábado, 16 de julio de 2011

El hombre sentado en el pasillo y El mal de la muerte de Margerite Duras

Hay un libro pequeñito de Margerite Duras que contiene dos ensayos eróticos magníficos. La autora los escribió en una de sus crisis de alcoholismo.

En "El hombre sentado en el pasillo", la narradora sorprende a un hombre sentado en el pasillo, al que ve a través de una ventana junto a una mujer desnuda tomando el sol en el jardín, en un ambiente sensual y de seducción. En éste escenario casi exhibicionista, ella observa la descarada actividad sexual de la pareja.

La obra en su conjunto tiene una cachondez increíble, no sé si porque la progresión avanza muy rápido o por otro motivo, pero en esa casa soleada con el mar de fondo ocurre magia. Nubes, sombras, desnudez y sexo. Desenfreno, erotismo, amor y violencia en unas breves páginas.

Él espera. Ella devuelve su rostro a la sombra con los ojos cerrados y a su vez espera. Entonces, a su vez, él lo hace. Lo hace primero encima de la boca. El chorro se estrella en los labios, en los dientes ofrendados, salpica los ojos, el cabellos y luego baja por el cuerpo, inunda los pechos, lento ya en el fluir. Cuando llega al sexo se renueva, se estrella en su calor, se mezcla a su leche, espuma, y luego se agota. Los ojos de la mujer se entreabren sin mirada y vuelven a cerrarse. Verdes.


En "El mal de la muerte", estamos ante un hombre que está muriendo, o conforme a la narración, está muerto porque ya no siente, ya no ve y ya no ama. El hombre contrata a una mujer para que lo acompañe en su soledad, para que en unos días haga la función de una esposa y lo asista sumisamente en un desesperado intento de amar y de sobrevivir.
Ella goza, pero ve en él algo que batalla para describir, la imagen de la muerte ante la imposibilidad de amar. La narración está en segunda persona, por lo que tiene un estilo muy fuera de lo común; siniestro y solitario.


Otra tarde usted lo hace, como estaba previsto, duerme con el rostro en lo alto de sus piernas separadas, contra su sexo, ya en la humedad de su cuerpo, allí donde ella se abre. Ella le deja hacer.

Otra tarde, por distracción, usted la hace gozar y ella grita.
Usted le dice que no grite. Ella dice que ya no gritará más. No grita más. Jamás de ahora en adelante ninguna otra gritará por usted.


Noche tras noche se introduce usted en la oscuridad de su sexo, se adentra casi sin saberlo en ese callejón sin salida. A veces se queda allí, duerme allí, en ella, toda la noche con el fin de estar dispuesto por si, al capricho de un movimiento involuntario por parte de ella o por la suya, le entraran ganas de poseerla otra vez, de llenarla aún más y de gozar de puro placer como siempre, cegado por las lágrimas.
Ella estaría siempre dispuesta, quisiéralo o no. Precisamente sobre esto usted nunca sabría nada. Ella es más misteriosa que todas las evidencias exteriores que usted jamás ha conocido hasta ahora.

Es un librito corto y poético, para los amantes del erotismo o de la poesía. Con su extensión de menos de 100 cuartillas en ambos relatos, es un libro para leer de un tirón




Perversógrafo: Sexo oral, vaginal, voyeurismo, sumisión, golpes(sin violencia).



El hombre sentado en el pasillo y El mal de la muerte

Marguerite Duras
Marzo 2010
Colección fábula 299
ISBN: 978-84-8383-218-9
80 pág.
Tusquets,

3 comentarios:

  1. Leí El mal de la Muerte y me encantó e inquietó a un tiempo. Cortito, sí, pero ¡qué denso!

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  2. Inquietante es la palabra que no encontraba, precisamente así es el libro.

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