miércoles, 2 de mayo de 2012

El sexo primigenio

Ignoro qué prácticas eran las habituales de nuestros primeros padres en el Paraíso. ¡Sólo Dios lo sabe! ¡Y tal vez ni siquiera Él! Sin embargo, apuesto diez contra uno a que Adán no se conformó mucho tiempo con metérsela a Eva en el ojal. Un día u otro, bien porque tenía los pintores o porque estaba encinta de Caín, ella le dijo a su hombre:
—¿Sabes una cosa, mi querido Adán...?
—Te escucho, mi pequeña Eva...
—Esta noche, ni hablar de meterme el pajarito. 
—¿Ni hablar?
—¡Ni hablar! ¡Magras! ¡Naranjas de la China! De embestidas nada, monada.
—Pero ¿qué dices, mi adorada costillita? Vamos, no seas mala, Eva. ¡Mira lo armado que voy! 
—Ya lo veo, ya lo veo —suspira Eva—. Por desgracia, a pesar de tu deseo, no puedo, no puedo...
—¡Pues estoy apañado! —exclama Adán—. Si por lo menos Jehová (¡bendito sea Su Nombre!) te hubiera dado hermanas, primas... 
—¡Pero qué te has creído, bribón! —ruge Eva—. ¡Engañarme en plena luna de miel con otra mujer!
—¡En nombre de Dios, pero si no hay más mujeres! ¡NO HAY! ¿Qué voy a hacer con mi plátano?
—¿Con tu plátano? —susurra Eva—. De hecho...
Sin pensárselo dos veces, se arrodilla, pela delicadamente el plátano en cuestión, le da unos lametones, se lo mete en la boca..., ¡y así tuvo lugar la primera mamada! ¡Una gran día en la historia de la humanidad!
Poco después, se encuentran en las mismas circunstancias. La alcancía se cierra, sunday closed, a Eva le duele la garganta, y todavía no han inventado las pajas. Desesperado, Adán corre tras las cabras, pero no consigue alcanzarlas. Cuando regresa junto a su costillita, ésta se encuentra tumbada sobre la fresca hierba, boca abajo para broncearse la espalda. Él se acerca como un niño travieso y le propina una sonora palmada en el culo.
—¡Ay! ¡Pedazo de bruto con colita! ¡Lo has rajado!
—¡Caramba! —se sorprende Adán—. ¡Rajado! ¡Ha sido sin querer! ¡Te he rajado la popa, con lo mucho que te quiero! ¿Puedo mirar? Vaya, querida Eva, ¿sabes que tienes tiene unas hogazas preciosas?
Ella, a falta de hombres que se lo dijeran, aún no lo sabía.
—¿Pueden volver a pegarse? —pregunta Adán, separándolas—. ¡Oh! Pero ¿qué veo? —prosigue—. ¿Qué es ese agujero?
—Es la entrada de los artistas, Adán. El tuerto, el redondel, el conducto, la lechuza... En fin, ¡lo sabes de sobra! Por ahí es por donde... De hecho —murmura Eva, soñadora—, puesto que es por ahí por donde..., también podría muy bien ser por ahí por donde..., por donde... ¡Eureka, lo encontré!
—¿La manera de pegarlo? —pregunta Adán, contento.
—Algo mucho mejor, tigre mío, algo mucho mejor. Ven, acerca la antena que voy a desembaularte un secreto. Bla, bla, bla... Bla, bla, bla... ¿Lo has pescado, amorcito?
Lo había pescado, en efecto, y así tuvo lugar la primera enculada. Otro gran día en la historia de la humanidad. Le tomaron gusto, y todavía dura. A continuación, abandonaron el Paraíso para vivir su vida, como personas mayores. Pero ésa es otra historia.

Fragmento de "En los salones del placer", de Jacques Cellard

6 comentarios:

  1. No me canso de leerlo!!! Me parece genial, inteligente, ocurrente ! Gracias por volverlo a leer!!! Saludos!

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  2. Buenísimo, yo no podía dejar de compartirlo.

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  3. jajaja hacia tiempo que no me reía así con un texto, que grande!

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  4. produce risas,sí,pero es muy rico.

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  5. produce risas el texto o la enculada?..........sí es muy rica, pero no he visto que termine la cosa en carcajadas, jejeje

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