Tradicionalmente la ciencia ficción ha sido un género menor dentro de la narrativa. En general, antes de la revolución sexual la ciencia ficción siempre fue bastante asexual.
En los primeros treinta años del pasado siglo surgen una serie de estados totalitarios que amenazan las libertades. En aquel entonces los totalitarismos a imagen del socialismo soviético eran vistos como una peligrosa posibilidad para el futuro. En esa misma época surge la ciencia ficción moderna, con su énfasis en la tecnología y la organización social. Es lógico que la ciencia ficción hiciera suyos los miedos que la sociedad sentía cercanos.
En las distopías sexuales del siglo 20 vemos un Estado que utiliza la libertad sexual para "matar" el deseo mediante su inmediata satisfacción.
Nosotros (1921) de Yevgeny Zamyatin
Esta novela nos narra una sociedad encerrada en una campana de cristal, donde todas las personas son números sin un nombre, en una colonia más parecida a una cárcel que a una sociedad. Fue escrita en 1921 en la Rusia revolucionada.
En el Estado Unico, todos están siendo vigilados para que sigan los designios del líder único y sean productivos. Para "los números" (no personas ni ciudadanos) no existe la privacidad, no existe la individualidad ni tienen nombres. D-503 tiene días sexuales con O-90, algo así como una novia que ha sido seleccionada por el Estado para él. El estado determinaba la cantidad óptima de sexo para mantener sedada la concupiscencia de cada uno de sus ciudadanos, por lo que podías estar seguro de tener todo el sexo frío que orgánicamente necesitaras, pero no una satisfacción erótica.
Al cabo de una hora O vendría a verme. Me embargaba un estado de excitación agradable y al mismo tiempo útil. En casa me dirigí inmediatamente a la administración de la vivienda, exhibí mi billete rosa y así me dieron la autorización para cerrar los cortinajes. Este derecho se nos concede únicamente los días sexuales. Habitamos siempre en nuestras casas transparentes que parecen tejidas de aire, eternamente circundadas de luz. Nada tenemos que ocultar el uno al otro y, además, esta forma de vivir facilita la labor fatigosa e importante del Protector.
Pues si así no fuese, ¡cuántas cosas podrían suceder! Precisamente las moradas extrañas e impenetrables de nuestros antepasados pueden haber sido la causa de que se originara aquella miserable «psicología de jaula»: «Mi casa es mi fortaleza». A las 22 horas corrí los cortinajes y en el mismo y preciso instante entró O en mi cuarto. Venía algo jadeante y me ofreció su boquita rosada y también su boleto rosa. Arranqué el talón... y luego... Únicamente en el último instante, a las 22.15, me separé de los labios rosados.
El sexo (que no "relaciones sexuales") es el único aspecto de la vida cotidiana que se tiene en relativa privacidad: una vez que se entrega el pase al guardia, se pueden cerrar las cortinas por 15 minutos....esa es toda la intimidad que se permite, no hay "abacho", no hay "becho" y no hay "apapacho".
Un día D-503 conoce a I-330, una mujer que no viste uniforme sino un bonito y "setsy" vestido; seduce, coquetea, bebe alcohol y fuma, además de que se comporta de una inapropiada manera erótica. Si la historia suena conocida es porque es la base del Orwelliano "1984".
- ¡Que extraño: aquí las gentes amaban así, «simplemente»..., se enardecían, se torturaban!... - Nuevamente clavó la mirada en el suelo -. ¡Qué despilfarro tan irrazonable y antieconómico de energías humanas!..., ¿verdad?
La historia no acaba bien; ellos terminan muertos o con el cerebro frito y sembrando el germen de la revuelta social que destruye el equilibrio de la ciudad. La libertad resulta ser peor que la cárcel donde vivían.
Un Mundo Feliz (1932) de Aldous Huxley
Ambientada en Londres en 2540, éste libro nos describe un mundo donde las personas son condicionadas por un Estado todopoderoso que controla artificialmente desde los nacimientos hasta los gustos y las modas. El mundo tiene castas y todos viven felices, sanos y desenfadados.
Todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar la familia, la diversidad cultural, el arte, la ciencia, la literatura, la religión y la filosofía. En este estado, el sexo es un deber y una forma de relacionarse socialmente; todo sentimiento es ajeno en el sexo. El sentimiento en el sexo es visto como algo enfermo.
Entretanto, las letras llameantes habían desaparecido; siguieron diez segundos de oscuridad total; después, súbitamente, cegadoras e incomparablemente más reales de lo que hubiesen podido parecer de haber sido de carne y hueso,más reales que la misma realidad, aparecieron las imágenes estereoscópicas de un gigantesco negro y una hembra Beta-Más rubia y braquicéfala abrazados. El Salvaje se sobresaltó. ¡Aquella sensación en sus propios labios! Se llevó una mano a la boca; las cosquillas pararon; volvió a poner la mano izquierda en el puño metálico y volvió a sentirlas. Mientras tanto, el órgano de perfumes exhalaba almizcle puro. Agónica, una superpaloma arrullaba en la banda desonido: ¡Oh..., oooh...! Y, vibrando a sólo treinta y dos veces por segundo, una voz más grave que el bajo africano contestaba: ¡Ah..., aaah! ¡Oh, oooh! ¡Ah...,aaah!, los labios estereoscópicos se unieron nuevamente, y una vez más las zonas erógenas faciales de los seis mil espectadores del Alhambra se estremecieron con un placer galvánico casi intolerable. ¡Ohhh...!El argumento de la tira era sumamente sencillo. Pocos minutos después de los primeros Ooooh y Aaaah (tras el canto de un dúo y una escena de amor en la famosa piel de oso, cada uno de cuyos pelos -el Predestinador Ayudante tenía toda la razón- podía palparse separadamente), el negro sufría un accidente de helicóptero y caía de cabeza. ¡Pum! ¡Qué golpe en la frente! Un coro de ayes se levantó del público.El golpe hizo pedazos todo el condicionamiento del negro, quien sentía a partir de ese momento una pasión exclusiva y alocada por la Beta rubia.
El choque de la sociedad tradicional y la sociedad de consumo, es mostrada desde la óptica de un "salvaje", un hombre criado lejos de la ciudad que choca con los ciudadanos condicionados por hipnopedia....la ausencia del amor es insoportable para el salvaje.
Como la familia ha sido abolida, la promiscuidad es rampante, es casi una obligación social porque "todos nos pertenecemos". Esta libertad sexual es la negación del erotismo, el sexo es divertido pero se trata más de un ejercicio de gimnasia copulatoria que excluye la fantasía, el riesgo o la violencia....no se diga el amor, que sería una aberración y una enfermedad.
La razón de ser del sexo vendría a ser la descarga de las tensiones, ansiedades e inquietudes que podrían convertirse eventualmente en fermento de inconformidad contra el sistema.....si no es suficiente, están las drogas. Las orgías no son tales, sino "servicios de solidaridad" y son un escape pseudoreligioso.
La historia termina mal, porque el mecenas del Salvaje, Bernard es expulsado de la sociedad hacia "Las islas" y John el salvaje se ahorca ante la imposibilidad de hacer que la bella Lenina se enamore de él. Es tan mala la sociedad como la libertad.
El mundo interior (1971) de Robert Silverberg
En el año 2381, las personas viven en enormes edificios de mil pisos denominados "Mónadas Urbanas" o Monurb. Cada monurb contiene cerca de un millón de habitantes divididos en "ciudades", cada ciudad tiene veinte pisos y alberga a una comunidad de extracto social similar.
¿Cómo amontonar a un millón de habitantes en un espacio reducido sin tener fricciones entre vecinos? Los vecinos comparten todo; en ésta sociedad machista donde la fertilidad es la máxima aspiración, todos son libres de fornicar cuando y donde quieran con cualquier persona.
Más que eso, la promiscuidad sexual viene a ser casi una obligación, los hombres salen en la noche a hacer las "rondas nocturnas", y visitan a las mujeres de sus vecinos, amigos o desconocidos; cualquier puerta está abierta y todas las piernas están disponibles, ya que es un exceso de descortesía no aceptar las proposiciones de cualquier ciudadano. El fin de la promiscuidad sexual es evitar las frustraciones y las tensiones en una sociedad amontonada.
En un pasaje, se muestra a un ciudadano de la mónada extasiado ante los celos que siente por su cuñado, muestran que es enfermizo tener celos en una sociedad donde todo se comparte.
Jasón se siente presa de una serie de visiones eróticas, y se ve hundido de nuevo en sus febriles fantasías de antes. Ve las extendidas piernas de Micaela agitándose bajo el bombeante cuerpo de Michael, ve su extática cara infantil mirando un punto indeterminado por sobre el hombro de su hermano. Los buenos ratos que debieron pasar juntos. Michael, el primero en tomarla. ¿A los nueve años, a los diez quizá? ¿Cuán jóvenes? Sus primeros e inexpertos intentos. Déjame que sea yo esta vez quien esté encima, Michael. Oh, de este modo parece distinto. ¿Crees que esto que hacemos está mal? No, tonta, ¿no hemos estado durmiendo juntos durante nueve meses enteros? Pon tu mano aquí. Sí. Me haces daño Michael. Oh. Oh, así es estupendo. Pero espera, unos segundos tan solo. Qué buenos ratos debieron pasar.
La necesidad de vivir en poco espacio hace que la intimidad desaparezca, ya no existen tabúes sobre la desnudez ni el sexo. El libro está centrado en personajes que, aún cumpliendo con la ley, dudan de las creencias y ante el miedo del terrible gobierno central que incinera a todo aquel que no se adapte, se amargan la vida. Tenemos una pareja que sienten celos y que aspiran a la monogamia, tenemos al exitoso e hipersexual hombre de 15 años (eras adulto a los 12) que se da cuenta que está encerrado en un mundo donde el sexo se usa para cortar las aspiraciones y que su futuro no lo lleva a ningún lado. Tenemos al joven que quiere conocer el mundo exterior, sólo para descubrir que la libertad es tan terrible como su cárcel.
¿Las orgías? ¿el sexo? no había, tomabas una mujer y te descargabas en ella, si se podía, le dabas placer, pero no había nada más, ni seducción ni emoción.
¿Las orgías? ¿el sexo? no había, tomabas una mujer y te descargabas en ella, si se podía, le dabas placer, pero no había nada más, ni seducción ni emoción.
El matrimonio ya no implicaría propiedad sexual, sino que sería apenas una convivencia civil para criar a los hijos. La libertad absoluta es vista como algo imposible, al final, los humanos siempre somos presas de nuestras creencias.
Lo que al principio parece una sociedad idílica y feliz, armónica, sin guerras y suavemente erotizada, da paso a la visión de una gigantesca comuna hippie con sexo y drogas como control inicial; con terapias para los inadaptados y muerte para los que se vuelven locos.
La solución de los utopistas, de Platón a Huxley pasando por Fourier, consiste en extinguir el deseo y el sufrimiento que provoca mediante su inmediata satisfacción, pero no se trata de erotismo, se trata simplemente de usar el sexo como un mecanismo de control social.
Yo tengo la impresión que el erotismo ha florecido en aquellas sociedades que imponen prohibiciones a sus miembros, pero que al mismo tiempo no tienen castigos muy extremos o cuyas leyes de censura tienen manera de ser evadidas.
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