viernes, 8 de junio de 2012

Duraznos, albaricoques y melocotones


En mi ciudad, la época de calor es época de duraznos (también es época de esquizofrénicos que se suicidan, pero eso es otro tema). No es sorprendente que en esta época reciba frecuentes visitas de mis vecinos, quienes vienen a comprobar la salud de mi árbol, y se llevan alguna muestra que esté al alcance.

Hoy, mientras desayunaba directo del árbol recordé que en China, el durazno es símbolo de inmortalidad, las ramas floridas recuerdan a la prometida y las flores son símbolo de virginidad.

Más allá, el durazno y el melocotón son frutas muy apreciadas en Asia, frecuentemente utilizadas como alusiones a la belleza femenina.

"...apretaba sus carnosos labios de durazno contra el corazón masculino"
"...  tenía la cara fina y blanca como un vaso de plata; sus ojos eran redondos y frescos como duraznos..."
" Sus bocas eran como cerezas y sus mejillas tenían el color de los duraznos"
"Loto Dorado tenía el aspecto de una rama de rojos albaricoques bañada por la luz de la luna."
Del Libro Jin Ping Mei, en su traducción "Loto dorado; Hsi Men y sus esposas"

En la literatura hebrea, en la biblia misma, hay alusiones a un árbol llamado “tapúaj", que ha sido frecuentemente traducido como manzano. Sin embargo, en tiempos del Antiguo Testamento el manzano no era un árbol común en aquellas tierras, por lo que suele pensarse que se trate de nuestro querido duraznero:

 “Como el melocotonero entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar.” 
Alusión sexual del Cantar de los Cantares.



En occidente se ha preferido la figura del melocotón sobre el del durazno, pero las alusiones sexuales han sido más atrevidas; incluso se ha escrito sobre el uso de la fruta como parte de una relación sexual:

Entre el final de su coño, cuya forma era bastante parecida a la de la raja de un albaricoque, y su culo, había una distancia de algunos dedos. Allí se encontraba el agujerito de mi Berthe, que se me apareció en el momento en que habiéndose vuelto mi hermana, me tendía el culo......
Cogió mi pija con la mano, la apretó y la descapulló. Yo no pude más. Agarré a Kate por los pechos, ella hizo ver que se defendía. Entonces metí la mano bajo sus faldas. No llevaba bragas. Agarré su albaricoque. Ella quería retirarse, pero yo la tenía cogida por los pelos. Con el brazo izquierdo enlacé su culo. Me arrodillé y hundí en su coño caliente el pulgar de la mano derecha, haciéndolo entrar y salir.
Hazañas de un joven Don Juan, de Apollinaire Guillaume.

Era soberbia, radiantemente bella, una rubia de tipo perfecto cuya tez hacía pensar en crema y melocotones, y cuyo cabello suelto brillaba bajo la luz como si fuera oro puro.
Confesiones de una doncella inglesa, Anónimo.

Su ardiente mirada se posó entonces en el centro mismo de atracción, en la rosada hendidura escondida al pie de un turgente monte de Venus, apenas sombreado por el más suave de los vellos....El cosquilleo que le había administrado, y las caricias dispensadas al objeto codiciado, habían provocado el flujo de humedad que suele suceder a la excitación, y Bella ofrecía una rendija que antojábase un durazno, bien rociado por el mejor y más dulce lubricante que pueda ofrecer la naturaleza.
Memorias de una pulga, Anónimo

En cierta ocasión, el vasco pidió a uno de los pintores su pipa. La deslizó bajo la falda de Bijou y la colocó contra su sexo.
–Está caliente –dijo el vasco–. Caliente y suave.
Bijou apartó la pipa, pues no quería que los circunstantes se percataran de que las caricias del vasco la habían puesto húmeda. Pero la pipa, al salir, puso de manifiesto este detalle: estaba como si la hubieran sumergido en jugo de melocotón. El vasco se la devolvió a su dueño, que de este modo recibió un poco del olor sexual de Bijou.
El vasco y Bijou de Delta de Venus , Anais Nin

He de rogar a mis bellas lectoras que no me atribuyan por aquel entonces la menor idea o deseo sobre los favores de la bonita Fanny. Me es imposible no ver bellezas que admiro, pero puedo mirar a un melocotón sin querer devorarlo al punto. Admiré a Fanny desde el principio, ciertamente, pero fue sólo después, cuando ella hizo que mi arma se levantase y me doliesen las ingles de deseo voluptuoso, cuando empecé a desearla. Por más que supiese que debía tener una rajita de lo más deseable, no deseé al punto jugar con ella.
Venus en India, de Charles Devereaux.

"el procedimiento perfecto, parece ser el de encapotar el glande con una piel de durazno vuelta hacia dentro, esto favorece el pasaje del miembro por el esfínter sin ser tan resbaladizo como la vaselina”
Manuel de Gomorrhe, de Pierre Louys (consejo para el sexo anal)


Pero las palmas para el uso de un durazno se las lleva la siguiente narración lésbica.

La condesa no había sido madre, así los labios y la vagina eran de una tersura y frescor perfectos, de ese maravilloso color rosado que se llama muslo de ninfa. Abrió los grandes labios, y como en esos instantes sus ojos se posaron en el cesto de uvas, de melocotones, de plátanos, tomó el más pequeño pero el más amarillo de los melocotones, y lo puso sobre los pequeños labios, recubriéndolo a medias con los grandes.
—¿Qué me estás haciendo? —preguntó Odette.
—Déjame hacer —dijo Florence— te estoy injertando. No tienes ni idea de lo bien enmarcado que queda este melocotón; desearía ser pintor de bodegones y hacer el retrato de ese melocotón, no por la fruta en sí, sino por el marco.
—Es posible —prosiguió Odette—, pero su terciopelo tan cantado por los poetas, que lo comparan al de nuestras mejillas, me pica como si fueran agujas.
—¡Bueno, espera! —dijo Florence.
Y con un cuchillo de plata quitó la piel del melocotón que, igual que el pétalo de rosa doblado en dos había impedido dormir en toda la noche a un sibarita, irritara en su susceptibilidad femenina la mucosa de la condesa; luego partió el melocotón en dos partes, quitó el hueso y lo volvió a su marco.
—Ahora —dijo Odette—, qué bueno, qué fresco! ¡Y delirante...!
—¡Oh, si lo pudieras ver...! esa mitad de melocotón parece una parte de ti misma y te confiere una nueva virginidad. Ahora voy a comerte; párame cuando sientas los dientes, o soy capaz de devorarte.
Con la mitad del melocotón apretada por los grandes labios, pegó su boca a la concavidad rosa formada por la ausencia del hueso; luego, con la lengua y los dientes empezó a morder y a rebañar esa concavidad, gozando por el gusto; mientras que Odette con un inenarrable placer, preparada para gozar por el movimiento que impulsaba el melocotón, sentía cómo se le iba acercando el instrumento demoledor que hurgaba y destrozaba el obstáculo que le impedía ponerse en contacto directo con ella.
Por fin, el obstaculó desapareció y nada impidió al ariete que había superado tantos obstáculos, ponerse en contacto con la propia ciudadela.
¡Oh!, la ciudadela estaba totalmente abierta, y no pedía otra cosa que recibir al enemigo; tan abierta estaba que Florence sintió su impotencia y mirando, sin dejar de operar, otra vez la cesta de frutos, alargó la mano y cogió la mejor de las bananas, le quitó la piel sin que Odette, a la que no había abandonado ni un segundo, se enterara de nada; de modo que le colocó la banana y tomando una extremidad entre sus dientes, empujó de repente la otra hasta el fondo de la vagina, aplicando con el fruto un movimiento de vaivén que haría un amante con otra cosa. Odette dejó escapar una exclamación de sorpresa y de placer.
—¡Oh! —dijo— no te habrás convertido en un hombre... ¡Cuidado... voy a detestarte...! ¡Oh... oh... te detesto... te detesto! ¡Oh, qué placer... y... te quiero... oh...!
La condesa se había desmayado.
Florence, al pie de la cama, acostada en el parquet, probó sobre sí misma las virtudes del maravilloso fruto; pero aunque disminuida considerablemente por el roce, la banana, detenida en el orificio de la vagina por la membrana virginal, no pudo ni romper el obstáculo, ni colarse.
—¡Ah —exclamó de repente—, tengo que gozar!
Impotente, tirando la banana volvió a poner a la condesa temblorosa en la cama, se le montó encima como habría hecho con un caballo y le puso sus muslos abiertos en la boca, al mismo tiempo que aplicaba la suya entre las piernas abiertas de Odette.
Entonces, como dos culebras en celo en el mes de mayo, los dos cuerpos se convirtieron en uno, los senos se aplastaron contra los vientres, los muslos arrebujaron las cabezas, las manos se amoldaron a las nalgas; durante unos instantes se hizo el mayor silencio, sólo se oían respiraciones ahogadas, suspiros de placer, estertores de amor, grititos de voluptuosidad. De repente, se hizo de nuevo el silencio más absoluto, los brazos estaban laxos, los muslos yacían a los lados y cada una, murmurando el nombre de la otra, había gozado a un mismo tiempo.
Esta vez hubo un largo descanso. Parecían dos atletas muertos o dormidos; al final se oyó salir de sus labios esa palabra, la primera y la última que escapa del corazón en los grandes placeres, como en los grandes dolores:
¡Dios mío!
Estaban volviendo en sí.
Unos instantes después, abrazadas, sudorosas, los ojos velados de languidez, las piernas rendidas, se dejaron caer de la cama, y fueron a acostarse en una larga y amplia gandula.
¡Ah mi bella Florence, cuánto placer me has dado! —dijo Odette—. ¿Quién tuvo la idea de comerse el melocotón de esa forma?
—La naturaleza; no todos los frutos están hechos para ser comidos allí donde brotan. ¿Era la primera vez que te acariciaban de este modo?
—Sí.
—Mejor, así descubrí algo nuevo. .. ¿Y con la banana...?
—¡Ah, mi amor!, ahí creí que moría.
La novela de Violeta, atribuida a Dumas.


Buen provecho.


6 comentarios:

  1. Enhorabuena, has ganado el Premio Liebster. Si quieres saber por qué, entra en mi blog www.programademanolibre.blogspot.com y elige a tus bloggers favoritos. ¡Felicidades!

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  2. WOW!!!!!!!!

    Voy por mi smoking rosa y mis botas picudas para recibir el premio.
    Está simpático...........deja me doy una escapada del trabajo y lo contesto.

    Saludos

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  3. Fantástica recopilación (menuda labor documental la tuya).
    Me quedo con esta figura literaria, elegante y suculenta donde las haya.

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  4. Hay que ver lo que provocan los duraznos, melocotones y albaricoques… siempre me han parecido más excitantes que la breva o el higo (suponiendo que no son lo mismo).
    Gran recopilación, en verdad también admiro tu memoria y calificación temática.
    ¿Conoces los libros del Andrés de Luna editados por Tusquets –como “ensayos”- ? Erótica: la otra orilla del deseo, y El rumor del fuego: Anotaciones sobre Eros (Ensayo, 2004). ´Tan en esa onda.
    Chingón el post gourmet, carnal.

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  5. No conozco los libros, pero el nombre me suena. Lo voy a buscar entre mis chivas.
    ¿"Calificación temática" significa algo como "Mente cochambrosa"?
    Lo que yo tengo es un buen buscador, jeje.

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  6. No, con calificación temática me refiero exactamente a eso (besos, lencería, etc). Si los hojeas te lo verás.
    Oyessss, pero ¿es que los tienes todos en digital?, pa´aplicarles el "motor de busqueda"... ´sora sí me sorprendiste.
    Saludos

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