sábado, 29 de enero de 2011

Los dijes indiscretos de Denis Diderot


Si nuestros genitales hablaran y fueran completamente sinceros e irremediablemente locuaces...¿Qué dirían? Definitivamente a todos nos harían pasar vergüenzas.

Esta magnífica obra de Denis Diderot está escrita como una obra picaresca, pero encierra toda una filosofía, opiniones políticas y quizás hasta un autodescargo de adulterinas culpas.

Denis Diderot fué un genio del enciclopedismo (no, no vendía enciclopedias, las inventó, pero lo hubiera hecho por dinero y por convicción), ignorado e incomprendido en su época,  luchó contra el oscurantismo a través de la divulgación del conocimiento. Diderot venía de una familia acomodada, pero sus escritos nunca le trajeron la bonanza económica; a los 30 años (1743) se casó con una mujer pobre en contra de la opinión de la sociedad, y tuvo una hija. La esposa de Diderot, Antoinette Champion, era extremadamente católica, por lo que se supone que el placer sexual ocupaba, si acaso, una parte marginal de la relación matrimonial.

La condición económica de la familia Diderot era precaria, Denis daba clases, hacía traducciones y daba sermones. Diderot tenía amantes en los círculos literarios. ¿Qué le ofreces a una amante si eres pobre?...Un libro.

Denis Diderot escribe y publica en 1748 (anónimamente, por supuesto) "Les bijoux indiscrets", su primer novela, escrita en 15 días, novela que pondría la piedra fundacional para sus libros de ficción-politica-religiosa-social. Se supone que Diderot hace una apuesta a su amante, madame de Puisieux de que puede escribir una obra al estilo de Crébillon (sensual y pícara), tan de moda en esa época. Por la obra le pagaron 50 luises, que regaló a su amante.

Me llama mucho la atención la dedicatoria del libro: a Zima, a quien le pide que acepte y lea el libro, que no va a ofender su pudor, etc, etc. Yo sospecho que dedicaba su libro a su propia esposa.

Mangogul (Lameculos) es el sultán del Congo, y vive en Banza, la capital (Francia y París), es un alma libre y bondadosa, extremadamente inteligente y dado a los placeres. Aunque represente a Luis XV, yo veo el reflejo de Diderot. Mangogul está casado con una sultana fría y distante llamada Manimombada (astringente, "apretada") y tiene una favorita llamada Mirzoza.

Mangogul es el sultán del Congo, y se aburre escuchando los chismes de la corte de Manimombada en boca de su favorita Mirzoza. Deciden consultar con el genio Cucufa (Estaba de moda Las mil y una noches de Galland), quien les enrega un anillo mágico que tiene dos poderes: usado de cierta manera daba la invisibilidad, y apuntando con el dedo, hacía hablar las "joyas" de las mujeres.

Después de advertirle a Mangogul que no se atreva a apuntarle a ella, Mirzoza hace una apuesta con él. Ella está convencida de que existen aún mujeres que eligen ser fieles a sus amores, mientras él cree lo contrario. Cierran la apuesta y comienza el despelote.

Ante las indiscresiones de las "joyas", la corte pasa por todos los estados de pérdida. Se niegan a creer que sus partes pudibundas estén hablando, y si lo hacen, se niegan a creer que sean veraces. Algunas mujeres caen en el descrédito, al tener "joyas" que dicen exactamente lo contrario de sus dueñas. Pronto todas se llenan de miedo, miedo que aprovechan los comerciantes para vender mordazas para las "joyas", mordazas que sólo ahogan, pero no logran callar.

Sea como fuere, un día que Mangogul se paseaba por los jardines, acompañado de toda la corte, se le ocurrió dirigir el anillo hacia Zelais. Ésta era bonita y se le atribuían muchas aventuras, pero su dije no hizo mas que balbucear y sólo profirió algunas palabras entrecortadas que nada significaban y que los burlones interpretaron como quisieron...
-¡Caramba!-dijo el sultán, - a este le cuesta hablar- Debe haber algo que le dificulte la pronunciación- en vista de ello aplicó el anillo con más  energía. El dije hizo un segundo esfuerzo por expresarse, y venciendo en parte el obstáculo que le cerraba la boca, se oyó muy distintamente:
-¡ay, ay me,...me ... ahogo!. ¡Ya no puedo más ... me ...ahogo!

Después viene la indiferencia, la gente sigue con sus actividades mientras sus coños hablan y hablan y hablan todos los secretos que deberían quedarse guardados. El anillo rompe matrimonios y aleja amantes.

¿Milagro divino? ¿Avance de la razón? Nadie puede creer que el causante el el mismísimo sultán. En 29 confesiones, nos damos cuenta que hay mujeres abiertamente lesbianas; que hay mujeres que gustan de acostarse con sus perros y sus amantes en la misma cama (y al mismo tiempo) y de que la más recatada es la que mejor oculta sus infidelidades.

Todo ésto, sazonado con disgresiones teológicas, filosóficas y políticas. Todo apunta a donde mismo: la profunda hipocresía reinante en la sociedad de Diderot. Los dijes indiscretos es una sátira muy divertida de la sociedad en general y de las cortes aristocráticas en particular.

Al final, Mangogul no se puede resistir, y hace hablar el "dije" de Mirzoza mientras está dormida, sólo para descubrir que es una mujer prudente, y que su libertinaje no interfiere con su honestidad. Enojada y todo, Mirzoza ha ganado, y de ser la que menos representa las virtudes, es la única mujer virtuosa de la corte.

Como curiosidad, hay tres capítulos que se supone que estaban en el manuscrito, pero que no fueron impresos, probablemente para evitar problemas con la censura porque al menos uno es abiertamente pornográfico, a diferencia del resto del libro, que sólo es sugerente. La censura de todos modos llegó y cayó sobre el autor (a quien todos reconocieron) Estos capítulos están en la edición de 1798, sólo fueron publicados después de la muerte de Diderot.

En "El dije viajero", tenemos una joya que ha viajado, y que además de ser políglota, describe obscenamente las costumbres sexuales del mundo, costumbres de las que ha sido partícipe. Ante tanta plática, hay personas que describen sus viajes también, uno de ellos describe una isla donde todos los solteros son pasados por la prueba del termómetro, para ver si sus miembros encajan o no (porque sus genitales tienen formas geométricas)


A este gentilhombre, sucedieron un par de corsarios recién llegados de sus correrías. Amigos íntimos, me follaron y navegaron de común acuerdo, compitiendo por ver quién sería el más fuerte y el que tiraría más rápido. Mientras uno se balanceaba en el ancla, yo secaba al otro por la verga y lo preparaba para iniciar una nueva salva.
...
A menudo, acercaba a mi boca su verga excitante y húmeda; también apretando sus labios contra los míos, me relamía con una lengua felariz. Aunque tenía gala de  no haber tenido jamás inclinación por l’arrière-Venus, me tomaba de todos modos por la espalda, me ponía una pierna al aire y la otra hacia abajo y me penetraba entre los muslos, buscando abirise camino entre los obstáculos de la voluptuosidad. Conocía al dedillo los preceptos de amor de Sánchez y reproducía mejor que nadie las posturas retozonas de Aretino.
...
Una cortesana ilustre se ofreció a hacerme ganar mil escudos si aceptaba pasar la noche con ella en un viñedo. Acepté la invitación. Subimos en un carruaje y llegamos a un lugar que ella conocía bien, donde dos caballeros con las calzas rojas nos salieron al encuentro y nos condujeron a un bosquecillo espeso y denso, donde se quitaron enseguida la ropa y vimos las pollas más furiosas que jamás se vieron empinadas. Cada uno clavó la suya, luego el juego se hizo en cuarteto, para alojarse después en la boca, luego en las tetas; y finalmente, uno de los clavarios se adueñó de mi rival mientras el otro me trajinaba. Lo mismo hicieron con la que me había llevado. Y todo ello, debidamente condimentado con besos a la florentina. Cuando nuestros campeones pusieron fin a la batalla, nos masturbamos para despertar el apetito de aquellos benditos señores, que nos pagaron con generosidad. N muchas otras ocasiones similares, gané con ellos sesenta mil escudos; y dos veces otro tanto con los que me procuró la cortesana. Me acuerdo de uno que me visitaba a menudo y que se corría siempre dos veces antes de salirse; y otro que salía de mí despacio, para entrar sutilmente en mi vecino, para lo que bastaba llevar arriba y abajo las nalgas.


Se trata de un libro muy difícil de leer; las disgresiones filosóficas, los juegos de palabras, la traducción tortuosa y lo desligados que están los capítulos lo hacen una obra difícil. Vale la pena para leerlo despacio y disfrutarlo.






Perversógrafo:_ Sexo vaginal, oral, anal, entre las tetas, homosexualidad, lesbianismo, zoofilia, infidelidad, venganzas, trenecitos, orgías, tríos, 69, masturbación, prostitución, velado anticlericalismo y antimonarquía,


Los dijes indiscretos
Denis Diderot
Ed. Barataria
ISBN: 8495764008
239 pags

4 comentarios:

  1. umm, me has convencido, ojalá lo consiga. Me suelen encantar esas disertaciones filosóficas en medio del meollo.

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  2. Alguien me puede decir dónde comprar "Los dijes indiscretos" de Denise Diderot?

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  3. ¿Conseguiste el libro? ¿Dónde?
    Gracias

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  4. Yo lo encontré en Gandhi, una librería mexicana de las grandes.

    Yo creo que lo consigues en Amazon.

    Saludos

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