martes, 29 de noviembre de 2011

El amor es ciego de Boris Vian

¿Qué sucedería si una niebla afrodisíaca cayera sobre nuestra ciudad? Una niebla que huele a chabacano, que no permite ver absolutamente nada y que hace que los sonidos tengan una claridad y una melodía de enamoramiento.

Orvert Latouile se despertó tras trescientas horas de sueño etílico y se encontró que la ciudad no se podía ver más. Decide, como todo el mundo, prescindir de ropas e irse por la ciudad a caminar. Se da cuenta que es continuamente asediado por mujeres que quieren restregarse contra todo hombre que encuentren en el camino.


—¿Seguro que es usted una mujer? —continuó Orvert.
—Compruébelo usted mismo —le contestó ella.Se habían aproximado el uno al otro, y el hombre pudo sentir contra su mejilla el contacto de unos cabellos largos y sedosos. Ahora estaban de rodillas y de frente.
—¿Dónde encontrar un lugar tranquilo? —preguntó Orvert.
—En el centro de la calzada —dijo la mujer.  Lugar hacia el que se dirigieron, tomando como referencia el bordillo de la acera.
—La deseo —dijo Orvert.—Y yo a usted —dijo la mujer
—Mi nombre es...
Orvert la cortó.—Me da lo mismo —dijo—. No quiero saber nada más que lo que mis manos y mi cuerpo me revelen.
—Proceda —le animó la mujer.
—Naturalmente —constató Latuile— va usted sin ropa alguna.
—Igual que usted —respondió ella.Dicho lo cual, se estrecharon el uno contra el otro.
—No tenemos ninguna prisa —prosiguió la mujer— Comience por los pies y vaya subiendo.A Orvert le extrañó la proposición. Se lo dijo.—De tal manera, podrá ser consciente de todo —explicó la mujer— No tenemos a nuestra disposición, como usted mismo acaba de constatar, más que el instrumento de investigación que significa nuestra piel. No olvide que su mirada no puede atemorizarme. Su autonomía erótica se ha ido al traste. Seamos francos y directos.
—Habla usted muy bien —dijo Orvert.
—Leo siempre Les Temps Modernes —informó la mujer—. Venga, comience de una vez con mi iniciación sexual.
Cosa que Latuile no se privó de hacer reiteradas veces y de diversas maneras. Ella mostraba indudables condiciones, y el terreno de lo posible es muy amplio cuando no hay temor a que la luz se encienda. Y además, eso ya no se usa, después de todo. Las enseñanzas que le impartió Orvert a propósito de dos o tres truquitos nada desdeñables, y la práctica de un empalme simétrico varias veces repetido, acabaron infundiendo confianza en sus relaciones.
Y allí llevaron, de tal modo, la vida sencilla y regalada que hace alos humanos semejantes al dios Pan. 




Al cabo de un tiempo, la radio anunció que los sabios estaban constatando una regresión regular del fenómeno, y que el espesor de laniebla aminoraba de día en día. Como la amenaza era de consideración, se celebró gran consejo. Muy pronto se encontró una alternativa, pues el genio del hombre nunca deja de sorprender con sus mil facetas. Y cuando la niebla se disipó, según indicaron los aparatos detectores especiales, la vida siguió felizmente su curso pues todos se habían hecho saltar los ojos.


El Lobo Hombre
Boris Vian
Tusquets Editores
2009
ISBN: 9786074210323
236 pags.


3 comentarios:

  1. Menudo fastidio para los monógamos fieles, seguro que inventaban linternas antiniebla erótica.

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  2. El cuento dice que los monógamos fieles se apoyaban tanto, que las damas despechadas llamaban al marido para violar a los indecisos (si podían encontrarlos, porque aquello era un revolcadero de gentes).

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