Diabolico foutro meine, de Archille Deveria |
Vi después una orgía, una bacanal del infierno. Era una caverna profunda y tenebrosa, alumbrada por pestilentes teas, cuyos resplandores rojizos, verdosos y azulados, caían sobre cien diablos
espantosos, de formas de macho cabrío y de actitudes grotescamente lúbricas.
Unos, lanzándose desde la cuerda de un columpio, soberbiamente armados, caían sobre una mujer, la penetraban con su dardo y le causaban la horrible convulsión de un goce repentino. Otros, más retozones, echaban boca abajo a una vieja beata y, riendo locamente, a martillazos le hundían entre las nalgas un nervudo príapo. Y aún había algunos que, mecha en mano, ponían fuego a un cañón, del que
salía un miembro espantoso, que recibía impertérrita, con los muslos abiertos, una frenética diablesa.
Los más traviesos de la tropa ataban por las manos y los pies a una furiosa mesalina, y ante ella se entregaban a todas las lascivias, a los placeres más desenfrenados. La desdichada se retorcía jadeante, echando espumarajos por la boca, ávida de un placer que no podía alcanzar.
Aquí y allá, mil menudos diablillos, feos, saltarines, trepadores, iban, venían, chupaban, pellizcaban, mordían, bailaban, daban vueltas en corro. Todo eran risas, carcajadas, gritos, suspiros, desmayos, frenesíes de lujuria.
En un lugar más elevado, los diablos de mayor categoría entretenían jovialmente en parodiar los misterios de nuestra santa religión.
Una monja desnuda, arrodillada, con la mirada dulcemente perdida como en éxtasis, recibía con mística unción la blanca hostia que le ofrecía en la punta de su tremendo hisopo un gran diablo con báculo y con mitra episcopal caída sobre una oreja. Más allá, una diableja recibía a oleadas en la cabeza el
bautismo de la vida, en tanto que otra, haciéndose la moribunda, era despachada con una horrenda profusión de santo viático.
Un señor diablo, llevado majestuosamente en andas, balanceaba orgulloso el enérgico signo de su goce eróticosatánico, y de vez en vez esparcía a chorros el licor bendito. Todos se prosternaban a su paso. ¡Era la procesión del Santo Sacramento!
Pero, de pronto, suena una campanada, y al instante se juntan los diablos, se agarran por las manos formando un corro inmenso y empiezan a girar vertiginosamente. Sucumben los más débiles en el furioso galopar de aquél desenfrenado torbellino. Su caída da en tierra con los otros; es una horrible confusión, una atroz mescolanza de grotescos enlaces y apareamientos monstruosos; un caos inmundo de rendidos cuerpos, manchados de lujuria, que al fin viene a ocultar el velo de una fétida humareda.
Enseguida..........¿se imaginan un homosexual homofóbico?.....hay uno muy famoso.
Gracias, Lepis. Me ha encantado. Promete ese estante. Sigue, sigue.
ResponderEliminarBye.
Solo por esta imagen ya merecería la hoguera, mon dieu! : Un señor diablo, llevado majestuosamente en andas, balanceaba orgulloso el enérgico signo de su goce eróticosatánico, y de vez en vez esparcía a chorros el licor bendito.
ResponderEliminarNo es difícil imaginar un homosexual homofóbico, así a primeras me viene a la cabeza el padre del prota de la peli Brokeback Mountain, pero será otro. Cuenta, cuenta.
Ups, me sobrepasé.....cuando Susana saca sus "Mon Dieus!" es tiempo de bajarle a la sicalipsis, jejeje.
ResponderEliminarEXCELENTE RELATO ...DE DONDE LO SACASTE?
ResponderEliminarEs un clásico de Alfred de Musset, el libro se llama "Gamiani o dos noches de excesos", también traducido como dos noches de placer.
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