martes, 7 de septiembre de 2010

Justina o los Infortunios de la virtud del Marqués de Sade

El libro más escandaloso del Marqués de Sade no es el que tiene ideas más radicales, no es el más violento ni el más pornográfico, se trata de una comparativamente inocente novelita "anónima" escrita en prisión en un lapso de 15 días, y reescrita para el impresor unos años después.

Con muchas reimpresiones y al menos  dos versiones distintas, fué un libro que circuló ampliamente en la sociedad Francesa del siglo XVIII, y aunque oficialmente el libro está ausente de los impresores en el siglo XIX, tiene una influencia tan grande entre los escritores que seguramente no era raro encontrarlo en bibliotecas.

La primera versión de la obra se llamaba simplemente "Los infortunios de la virtud" y fué escrita en 1787 durante el tiempo que estuvo en La Bastilla. Este manuscrito nunca fué publicado hasta que Apollinaire lo rescatara e imprimiera. Hoy es uno de los libros más fácilmente accesibles en español.

Una segunda versión, "Justina o las desgracias de la virtud" llena de violencia, sexo y obscenidad fué dada a la imprenta en 1791, de manera anónima, ya que Sade nunca reconoció la autoría por obvias razones de censura: sus escritos están llenos de referencias políticas, que en tiempos tan inestables del régimen no era sano apadrinar.

Entre 1797 y 1801 se publica una tercer versión de 10 tomos de extensión en total, cuyo primer título era: "La nueva Justina o las desgracias de la virtud" y le seguía "Julieta o las prosperidades del vicio". Esta versión se puede reconocer de las anteriores porque no está escrita en primera persona.

Y es que Sade se cocina aparte entre la literatura erótica, los dos elementos que Sade combina son el sexo violento, donde una parte es dominante y la otra es preferentemente sumisa y descartable (un objeto) y la filosofía y apología a la maldad de los personajes, la explicación de sus procederes y su justificación.

El elemento central de la novela es que la virtud no trae beneficios, que el mal triunfa sobre el bien y prospera, que la tradición aceptada no es la que practican los poderosos, que el vicio y la virtud no son valores absolutos, sino subjetivos. Que la naturaleza es la única regidora de los hombres; que las inequidades de clases son buenas, deseables y aprovechables para mantener el status quo, que los sistemas los corrompen las personas, que el vicio y la virtud tienen ambas el aliciente egoísta de alcanzar el placer.

Justina, de 12 años, y Juliette, de 14, quedan en la horfandad y sus familiares les dan la espalda; incluso el convento en el que se educaron las echa a la calle, así que a su tierna edad, ambas deciden el camino a seguir en su vida: La morena Julietta decide dedicarse al vicio y a la prostitución, mientras la linda rubia Justina decide tomar el camino de la virtud y la rectitud.

Justina se emplea al servicio de la casa de un avaro estafador, quien la quiere corromper física y moralmente al tratar de que acceda a sus acosos y a ser su cómplice en un fraude. Al negarse, es acusada de robo y enviada a la cárcel.

Allí conoce a la Dubois, la jefa de un grupo de bandidos que tienen un plan para rescatarla de la cárcel. Provocan un incendio y se la llevan con ellos. En la guarida de los ladrones, cuando Justina trata de defender su virginidad, es golpeada cruelmente hasta dejarla casi muerta. En la versión de 1787 no aparece un detalle, pero en la de 1791, es violada por un rico caballero al que Justina salvó de la muerte.

Mientras está tirada en el bosque, ve a un par de homosexuales tener relaciones, quienes al ser descubiertos deciden divertirse golpeándola y torturándola. La persona, quien resulta ser un conde, la toma a su servicio con amenazas y la pone a las ordenes de su tía. Como Justina se negase a envenenar a la Marquesa, es nuevamente golpeada y mordida por la hambrienta jauría de perros del Conde.

Nuevamente abandonada en el bosque, es ayudada por un doctor bastante enfermo, quien mataba muchachas para hacer disecciones. Al tratar de ayudar a escapar a una niña, es capturada y marcada con la marca de los ladrones en un brazo con un fierro ardiente, para que no pueda denunciarlos a las autoridades.

Una vez más abandonada en el bosque, toma el camino a París, pero decide hacer una parada en un monasterio para rezar un poco. El sacerdote la invita a pasar la noche allí, pero en un instante se da cuenta que ha sido secuestrada por cuatro lascivos sacerdotes que tienen un serrallo de esclavas sexuales en un calabozo inaccesible del bosque, protegido por setos, fosos y murallas y semi-subterráneo, al que sólo se accede por un túnel escondido en los sótanos del monasterio.



Raphaël ve que es hora de pensar en cosas mas serias, no está en situación de esperar, se apodera de la víctima, la coloca según sus deseos, y como aquella no se pliega a sus deseos, ruega a Clément que la sujete. Octavie llora, no la oyen; el fuego brilla en las miradas de este execrable italiano; dueño de la plaza que tomará por asalto, se diría que no considera sus avenidas sino para prevenir todas las resistencias; ningún ardid, ningún preparativo es empleado. Por mucha desproporción que exista entre el asaltante y la rebelde, aquel no deja de lanzarse a la conquista; un grito conmovedor de la víctima nos anuncia al fin su derrota.
Pero nada enternece a su orgulloso vencedor; cuanto más pide gracia la muchacha, con más ferocidad la estruja él, y la desgraciada, siguiendo mi ejemplo, es ignominiosamente infamada sin dejar de ser virgen.
– Jamás laurel alguno me resultó más difícil, dijo Raphaël mientras se reponía, creí que por primera vez en mi vida iba a fracasar al intentar obtenerlo.
– Yo la tomaré por ahí, dijo Antonin sin dejarla levantarse, hay más de una brecha en la muralla y vos no habéis tornado más que una. Así dijo, y se lanzó fieramente al combate, en un minuto era dueño de la plaza; se oyen nuevos gemidos...
– Alabado sea Dios, dijo aquel monstruo horrible, sin las quejas de la vencida habría dudado de la derrota, y no aprecio mi triunfo más que cuando cuesta lágrimas
de la versión de 1787


Severino ve que ya es hora de pensar en cosas más serias: absolutamente incapaz de esperar, se apodera de la infortunada, y la coloca de acuerdo con sus deseos. Sin confiar todavía demasiado en sus capacidades, reclama la ayuda de Clément. Octavie llora y nadie la escucha; el fuego reluce en las miradas del impúdico monje, señor de la plaza, diríase que sólo examina las entradas para atacar con mayor seguridad; no utiliza ningún truco, ningún preparativo; ¿se cogerían las rosas con tanto gusto, si se apartaran las espinas? Por enorme que sea la desproporción entre la conquista y el asaltante, éste emprende inmediatamente el combate; un grito desgarrador anuncia la victoria, pero nada enternece al enemigo.
Cuanta más gracia implora la cautiva, con mayor fuerza la empuja, y por mucho que la desdichada se debata, no tarda en ser sacrificada.
––Jamás hubo laurel más difícil ––dice Severino al retirarse––; por vez primera en mi vida he llegado a pensar que zozobraría cerca del puerto... ¡Ah, qué angosto y qué caluroso! Es el Ganímedes de los dioses.
––Tengo que devolverla al sexo que tú acabas de manchar ––dijo Antonin, cogiéndola por allí, y sin dejar que se levantara––. Hay más de una brecha en la muralla. Y acercándose con fiereza, en un instante llega al santuario. Se escuchan nuevos gritos.
––¡Dios sea loado! ––dijo el libertino––. Habría dudado de mi éxito sin los gemidos de la víctima, pero mi triunfo está asegurado, pues veo sangre y lágrimas.
de la versión de 1791


En éste calabozo hay mujeres de todas las edades, y para los gustos más depravados, desde niñas hasta ancianas, hay mujeres que pasan años abducidas y hay mujeres que sólo duran unos días, la dotación de mujeres siempre es la misma (cuatro en una sala y cuatro en otra en la versión de 1787, ocho en una sala, ocho en otra y cuatro más en un sótano en la versión de 1791). El caso es que las mujeres que desaparecen nunca vuelven a ser vistas, por lo que se supone que son torturadas hasta la muerte cuando consiguen una nueva secuestrada.


 Estos sí que son hermosos preparativos, dijo Antonin apoderándose de mí, venid, paloma, venid para que os vengue de la irregularidad de mis colegas, para que al fin coseche las halagadoras primicias que sus intemperancias dejan para mí...
Pero qué detalles... Dios bendito... me es imposible pintároslo; se hubiera dicho que aquel monje, el más libertino de los cuatro aunque pareciera el menos distante de los designios de la naturaleza, no consentía en acercarse a ella, en poner un poco menos de inconformismo en su culto, sino resarciéndose de aquella apariencia de menor depravación por todo lo que más podía ultrajarme...
de la versión de 1787


Aparece Antonin.
––Vamos a ver ––dice–– esta virtud tan pura; estropeada por un solo asalto, ya no debe notarse. Sus armas están en ristre, se serviría gustosamente de los procedimientos de Clément. Ya os he dicho que la fustigación activa le gusta tanto como al otro monje, pero como está apresurado le parece suficiente el estado en que me ha dejado su compañero. Me examina, disfruta, y dejándome en la postura que todos ellos prefieren, manosea un instante las dos medias lunas que impiden la entrada. Zarandea furiosamente los pórticos del templo, no tarda en llegar al santuario: el asalto, aunque tan violento como el de Severino, realizado en un sendero menos estrecho, no es sin embargo tan rudo de soportar. El vigoroso atleta coge mis dos caderas, y supliendo los movimientos que yo no puedo hacer me sacude contra su cuerpo con vigor; diríase, por los esfuerzos redoblados de ese Hércules, que, no contento con ser dueño de la plaza, quiere reducirla a polvo. Unos ataques tan terribles, y tan nuevos para mí, me hacen sucumbir; pero, sin inquietarse por mis penas, el cruel vencedor sólo piensa en aumentar sus placeres; todo le circunda, todo le excita, todo contribuye a sus voluptuosidades. Frente a él, subida a mis caderas, la joven de quince años, con las piernas abiertas, ofrece a su boca el mismo altar en el que realiza su sacrificio conmigo, sorbe gustosamente el precioso jugo de la naturaleza cuya emisión acaba ésta de conceder a la chiquilla. Una de las viejas, arrodillada delante de las caderas de mi vencedor, las mueve, y avivando sus deseos con su lengua impura, consigue su éxtasis, mientras que para calentarse aún más el libertino excita a una mujer con cada una de sus manos. No hay uno de sus sentidos que no sea provocado, ni uno que no contribuya a la perfección de su delirio; lo alcanza, pero mi constante horror por todas sus infamias me impide compartirlo... Lo consigue solo, sus gestos, sus gritos, todo lo anuncia, y me siento inundada, a pesar mío, por las pruebas de una llama que sólo contribuyo a encender en una sexta parte. Me desplomo finalmente sobre el trono donde acabo de ser inmolada, sintiendo únicamente mi existencia a través del dolor y de las lágrimas... de la desesperación y de los remordimientos...
de la versión de 1791


Allí pasa Julieta un tiempo hasta que el prior es ascendido y el serrallo es descubierto y disuelto por las autoridades eclesiásticas (1787) o hasta que Justina huye cortando unos barrotes y huyendo por el foso, descubriendo un pantano lleno de cráneos y restos humanos (1791)

Apenas unas horas después de escapar, es tomada presa por unos hombres que la llevan con un sádico al que le gustaba la sangre y el dolor. Huye de milagro, pero la esposa del sádico pierde la vida en el intento. Después de huir es robada por una mendiga. Encuentra a un hombre a quien estaban golpeando y lo rescata, en agradecimiento él la lleva a su castillo, que resulta ser la guarida de una banda de falsificadores, donde es secuestrada y obligada a trabajar como burro (literalmente, dando vueltas a una rueda y siendo golpeada si paraba).....ahora, se preguntarán porqué no mejor robaba burros en lugar de lindas chicas....porque en el mundo de Sade el humor es muy tortuoso y porque al falsificador le gustaba refocilarse con sus esclavas. Un tiempo después es arrestada por falsificación.

En los siguientes capítulos del libro, encontramos a todas las basuras libertinas convertidos en personas exitosas, tratando de hacer entrar a Justina en la depravación, y ella aún negándose y cada vez más hundida. Al fin uno de los jueces consulta con su amante el caso, lo que hace que se vuelvan a juntar las hermanas: Justina, la mujer condenada a muerte por ser virtuosa y Julieta, la próspera viciosa. En la segunda versión, Julieta se hace llamar Thérese para no ser descubierta, pero la trama es muy similar.

Justina es liberada, y en un cierre de humor negro, es fulminada por un rayo mientras su hermana se arrepiente y toma el camino de la virtud.

La continuación del libro son seis tomos más de la historia de Julieta, donde desmiente haberse convertido, pero esa es una histroria para otra ocasión.







Perversógrafo: Sexo oral, vaginal, anal, desvirgamientos, sadismo, exhibicionismo, flagelación, tortura, incesto, violación, pederastía, homosexualidad, bisexualidad, orgías, coprofagia, infidelidad, anticlericalismo, sacrilegio.

La primera imagen aparece en una edición antigua de Justine que no he localizado, la segunda es del comic homónimo de Guido Crepax.

6 comentarios:

  1. No sé qué decir. Con Sade me quedo sin palabras.

    Fíjate que creo que le ha hecho flaco favor a la literatura erótica porque mucha gente, por el renombre, es lo primero que toma y, espantada, no vuelve a leer el género en la vida.

    En fin.

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  2. Y lo más curioso es que dudo que Sade quisiera trascender; creo que el tipo quería desaparecer y ser olvidado.

    Dato interesante es que Apollinaire lo rescata del relativo olvido, dándole nueva fama junto con el movimiento surrealista del siglo 20, tan cargado hacia el erotismo.

    Las once mil vergas, de Apollinaire tiene una carga brutal de violencia, la escena done matan a la chica y la destripan en una orgía de sangre y mierda es de pesadilla......pero nadie dice que Apollinaire sea un monstruo.

    Curioso. Bueno, coincido contigo, a los primerizos, absténgase de Sade, o quédense fuera de las cuatro obras terribles de él: Justina, Julieta, Las 120 jornadas de Sodoma (escuela del libertinaje) y Filosofía en el tocador.

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  3. Salud Comelibros.

    Vengo del blog de Susana, y he quedado gratísima mente impresionado.
    Yo andaba haciendo otra cosa y fui a leer ka narración, -del súcubo, pa`apostar que´s hombre su autor- y topé con los literotismos –estupendos- y quise venir a conocerle.
    (sin mucho tiempo :(

    Pero a vuelo de pájaro me he dado una paseada.
    Wow!!, qué buen sitio tiene usted aquí. FELICIDADES. Two thumbs up!!!

    Ya vendré seguido a visitarlo y consultar.
    Gracias :)

    Un abrazo,
    Jorge

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  4. Jorge, de tú que no soy tan mayor ni tan de respeto, la mayoría de la gente por estos días me dice puras leperadas :D
    De hecho, gracias, este blog está inspirado en el tuyo, de donde saqué excelentes recomendaciones.

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  5. anda! Ya somos todos amigos!

    Qué bueno.

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  6. Que delicioso encuentro!! Si bien dicen que Dios los cría y nosotros nos encontramos jajaja!! Que gusto estar aqui!!

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