domingo, 25 de noviembre de 2012

Duende Nocturno de Arnaud Delacomte

Aquí estamos ante un libro muy singular en varios aspectos: Por un lado, de estilo; se trata de extractos de un diario íntimo de un enfermo de tuberculosis.

No es el diario de un escritor profesional; ni siquiera la edición es tan cuidadosa para darle una continuidad al relato. Habiendo yo mismo escrito un diario durante tantos años, puedo reconocer el estilo de escritura que hace uno para sí mismo.

Por tanto, no es una novela, no es una historia, no es un relato.......es.....una vivencia o una fantasía; es la plática cotidiana de alguien consigo mismo, mezclado con datos irrelevantes.

Por otro lado, lo que hace tan particular este libro es que se trata de una historia de amor. Si bien ello no es raro en la literatura; el amor y las cosas de enamorados no son comunes en la literatura erótica. Pero no hay que confundirse; no se trata de novela rosa ni de romántica-soft-erótica. Aquí hablamos de sexo duro y sin florituras......lo que me indica que es bastante posible que sí sea un diario real.

Un enfermo de tuberculosis convalece en un hospital de reposo en las montañas del sur de Francia, cerca de un pueblo. Aparentemente tiene una cultura y una inteligencia superior, pero está solo y necesita compañía. Tiene una enfermera Noemia, que es fea (y peluda) en el plano físico, pero que tiene una sencillez extraordinaria: ella es una montañesa cuya cultura parece preceder a los celtas y los romanos; una raza en extinción que vive de manera salvaje incontaminado por la civilización.

Ella, como todo su pueblo, ve en los fluidos sexuales una fuente de poder y magia, por lo que cada semana transita por todo el hospital, limpiando a los enfermos y haciéndoles algún favor.


De vez en cuando, entra en una habitación con sus probetas en la mano y anuncia: «Muestra de orina». Entonces te levantas sin comentarios, pasas al cuarto de baño, te quitas ritualmente el pijama y la dejas hacer. Es ella quien efectúa las operaciones, sola. Toda palabra sería considerada una insolencia. Se apodera del interesado, lo hace orinar uno o dos segundos en la taza del wáter, después en el tubo de vidrio y una vez más en la taza, manejando el chorro con habilidad;  espera a que hayas terminado, sacude con suavidad y, después, sin soltarte, te gira hacia el lavabo. Adora el contacto de los órganos masculinos, sabe manipularlos con firme delicadeza, con tan serenas competencia y autoridad que te abandonas desde el principio. Entonces, te la moja y empieza a enjabonártela con la ciencia de la masturbación, con una intuición de la sensibilidad masculina y una adivinación que jamás había conocido. En efecto, cualquier consejo sería inútil. De las diversas tareas del oficio de enfermera, ésta es, según ella, con mucho la más importante, la única revestida de una especie de carácter trascendente. Deposita en ella toda la imaginación y el esmero de los que es capaz. Al principio, la mano derecha manosea con bastante firmeza hasta obtener la consistencia deseada, dedos por encima, dedos por abajo, alisando o enroscando en toda la longitud, primero la base sola, luego el glande, por momentos con las uñas. A su vez, la mano izquierda se desliza entre los muslos, enjabona las bolsitas, palpa las almendras, las sostiene, las separa, las acaricia, las estira, se adentra por las entrepiernas, presiona con suavidad, introduce un dedo, lo mueve, mete otro… Se empieza a no ver claro. El movimiento de ambas manos está tan perfectamente coordinado que la intensidad de las sensaciones crece en vertiginosas oleadas, que ella percibe de inmediato, reduciendo o acelerando, cambiando de mano o de ritmo sin siquiera levantar los ojos, con misteriosa intuición. Sólo algunos favoritos están autorizados a acariciarle durante la acción el lomo o los hombros por encima del vestido. En calidad de Número uno, puedo permitirme levantarle silenciosamente la blusa, colocar una mano sobre la piel y acariciarle la espalda, desde la braga hasta el sostén.

Noemia es un personaje interesante; al grado que uno desearía que ella hubiera escrito el libro, aunque no fuera erótico: delgada y con 35 años, ella misma había sido una enferma de tuberculosis, aún está en recuperación y es extremadamente delgada; y se ve obligada a trabajar en el hospital para recuperar la salud.

Ella es hosca y huraña con todos, pero pronto se enamora del autor. Pronto sabemos que ella ha jurado no tener coito con ningún hombre antes del matrimonio, debido a un juramento a su abuelo. Y ese es el nudo de la historia: dos enamorados; uno casado y enfermo y la otra enferma, pobre y célibe.


Ella era creyente en las cosas del bosque, cosas antiguas, de la montaña y no estaba contaminada por la ciudad o la sociedad; no veía en la sexualidad nada malo, sólo había jurado no tener coito. Arnaud parece aprovecharse de esta situación, y le explica que si ella usa su semen para curarse, lo mejor es tomarlo "directo de la botella", y la entrena en el arte del sexo oral. De un modo asombroso, la salud de él empeora, mientras ella se recupera.

Y allí comienza el idilio, buscando momentos para estar juntos, para dormir un rato abrazados o para escapar del hospital y pasar un fin de semana en el pueblo, en el cuarto de ella; o para irse de día de campo a las montañas. Mientras a Noemia el amor parece hacerla recuperarse, él tiene varias recaídas.

El punto es que, imposibilitados para tener coito vaginal, ellos se ven obligados a ingeniárselas para hacer otras cosas mientras ella consulta a su pueblo si sobre ella recae un juramento inviolable o una promesa de una adolescente a un muerto, por tanto, sin valor.

Ya hacia el final, descubrimos que Noemia tiene una vena masoquista, y pide ser flagelada, para disgusto del narrador. Juntos descubren los juegos anales y aprenden a "jugar en la entrada sin meterlo". Lo asombroso es que, aunque al principio uno piense que él se aprovecha de la ignorancia de ella, junto con la mejoría física, ella deja de ser ese conejillo asustado, esa bestiecilla del campo, y pasa a ser una mujer, inteligente, pensante, con planes y proyectos, que disfruta la sexualidad y tiene ansias de aprender para hacerse una enfermera de verdad.


Pase lo que pase ahora, nunca me quejaré porque en pocos meses habré tenido más de lo que tienen las mujeres en toda una vida. ¿No te parece que, de cuerpo, corazón y espíritu, estoy convirtiéndome en toda una mujer? La trasformación no es completa. Todavía no tengo un hijo ni un verdadero oficio. Pero tal vez tendré pronto todo esto, gracias a ti. Me he hecho mujer por ti, ¡de arriba abajo -y su mirada ríe- y de adelante para atrás!


Todavía el sexo anal es creíble, pero en el último tercio del diario, comienzan practicas que ya se antojan invenciones o al menos exageraciones o fantasías: sesiones de fotografía pornográfica, tríos, lesbianismo, Noemia se dice casada con él y comienza a conseguirle amantes, deja de usar ropa interior para excitar a los otros enfermos....no sé.....alucinaciones de un tuberculoso. Pasa de descripciones de mimos a orgías.


Quito la polla, la refresco dos segundos y vuelvo a deslizarla en el chocho; después , rozo el botón que se hincha enseguida. ¿Todo bien, gatita? Muy bien, querido. No me has hecho ningún daño. Puedes volver a hacerlo, ¡pero no dejes de frotar! Salgo del conejo y vuelvo a abrir el ojete. Esta vez la penetración se hace sin problemas. Impresión de succión. Aumenta el placer. Suculento deslizar. Entro y salgo con facilidad. Perfecta flexibilidad del ojete. Noemia también empieza a gozar; me aprieta la mano y gime. Termino antes que ella, pero sigo entrando y saliendo sin dejar un segundo de frotarla. Goza. Caemos de lado. 

...


Acaricia con un dedo la polla y los huevos, y pone mala cara: Míralos, pobrecitos, ya ni me reconocen. Míralos, enroscaditos. ¿Qué deducir de esto? Que deben estar muertos. Ella levanta el pito por la piel del dorso y da un lengüetazo a los huevos. Nada… Creo que nunca más se recuperarán. Succiona el nódulo: ningún efecto.

Como toda historia de amor que se precie, el final es muy, muy triste. El autor dice ser un industrial de París y su vivencia parece real (aunque aderezada al final).



Mi impresión: la selección del título del libro es pésima; aunque Noemia pensaba que los espíritus del bosque eran sus antepasados, ni vivos ni muertos sino espíritus milenarios de la tierra, ella nunca se consideró a sí misma un duende. Este libro es bien diferente, vale mucho la pena, aunque es difícil de conseguir.






Perversógrafo: Sexo oral, anal, masturbación, azotes, 69, lesbianismo, tríos, exhibicionismo,




Duende nocturno
Arnaud Delacompté
Tusquets Editores,
La Sonrisa Vertical 36
España, Noviembre 1983
ISBN: 978-84-7223-338-6
216 págs.


domingo, 18 de noviembre de 2012

Waldeck (I Modi) Tercera pate

Waldeck, postura 11
Viene de aquí.......

Bueno, aquí unas cuantas más de las posiciones que Waldeck reprodujo allá por mediados del antepasado siglo sobre un libro que hoy está perdido y que supuestamente Waldeck hojeó en México.

El la primera parte de esta serie, yo les comentaba que es de agradecer que no se haya lanza o al saqueo y al pillaje....parece que me adelanté en mis opiniones.

Waldeck, postura 12
Waldeck fue quien robó el códice Tonalamatl-Aubin, una especie de calendario sobre papel de maguey con representaciones de los días del año que se utilizaba para predecir el carácter de los recién nacidos. Lo más indignante es que parece que los monjes del convento de San Francisco habían conservado dicho códice (probablemente tlaxcalteca.........probablemente una reproducción del siglo 16) como una curiosidad, pero Waldeck lo roba para venderlo a un tan Aubin, quien lo "donó" a la biblioteca nacional de París.

Como un mal chiste del destino, en 1982, un mexicano lo robó de París y lo trajo de vuelta a México donde trató de venderlo (en Cancún). Se recuperó la pieza y ahora está bajo resguardo del INAH, aunque los franchutes siguen diciendo que les pertenece porque ellos lo robaron primero.

Waldeck, postura 13
Bueno, muchas vueltas.......¿a dónde voy? ¿Qué quiero decir? que un códice con un valor modesto fué saqueado sin pensarlo por este individuo......no me puedo imaginar lo que hubiera hacho con un libro invariable como el del Aretino.















Waldeck, postura 14

Waldeck, postura 15


Ya enseguida termino con la reproducción de las posiciones que Waldeck inventó (o se robó de algún otro lado)


lunes, 12 de noviembre de 2012

Historia BDSM - Quinta Parte (Y ya)

Del Comic de Guido Crepax

Viene de aquí.

 Bueno, esta historia del BDSM se torna larga. Terminábamos el período Victoriano, donde las madrizas se armaban (en la literatura) sin razón alguna, y casi siempre terminaban con alguien siendo flagelado.

Es a principios del siglo 20, cuando Apollinaire "resucita" los escritos del marqués de Sade; se publican nuevas ediciones de los trabajos de Sade, incluyendo por primera vez "las 120 jornadas de Sodoma";  entre los maestros del Surrealismo, Sade es encumbrado al nivel de Pietro Aretino, quien es obligado a compartir su título de "divino".

Sade es "el divino marqués", las once mil vergas (1907) es publicado en honor a él, así como "la historia del ojo" de Georges Bataille (1928) y otro montón de obras surrealistas que se nutren de las ideas de Sade.

Luego vino la segunda guerra, que hizo que Nietzche tomara vigencia nuevamente. Hubo mucho estudio de Sade en ese momento, desde Pierre Klossowsky, Georges Bataille, y Simone de Beauvoir, quienes querían ver en los escritos sadeanos una vena filosófica y una utopía sexual perfecta (¿!!!!!?).

¿Bueno, pero quién inventó eso de atar al amante y vestir ropa de cuero?

Resulta que allá por finales de los años 40 o inicios de los 50, una mujer en sus treintas llamada Anne Desclos tenía un amante que era editor de libros, pornógrafo y admirador de Sade. Se trataba nada menos que de Jean Paulhan, quien incidentalmente trató de imprimir una colección de los grandes libros eróticos de la historia como ediciones privadas para coleccionistas.

André Pieyre de Mandiargues, quien escribiría "El inglés descrito en el castillo cerrado" explicaba muchos años después que Paulhan pensaba que las mujeres eran incapaces de escribir literatura erótica de la calidad de la sadeana. Para demostrarle que estaba equivocado, Desclos le escribe "La Historia de O" como una serie de cartas con la intención de seducir y excitar a su amante.

Aunque ella ya tenía un renombre (se hacía llamar Dominique Aury), Paulhan imprime el libro bajo otro pesudónimo, "Pauline Reage". Auqnue ella no tenía intención de hacer público su escrito, éste era de tal calidad que en  1954 sale a la luz y es inmediatamente un éxito de librería, desatando tal polémica que es incluso prohibido en algunos países.


Cuando tuvo que ponerse en cuclillas en el pedestal de porcelana, se encontró, enmedio de tantos reflejos, tan en evidencia como cuando, en la biblioteca",unas manos desconocidas la forzaban.
—Espera que entre Pierre y verás.
— ¿Por qué Pierre?
—Cuando venga a encadenarte, quizá te haga ponerte en cuclillas.O palideció.
—Pero, ¿por qué?
—No tendrás más remedio —dijo Jeanne—. Pero eres afortunada.
— ¿Afortunada, por qué?— ¿Es tu amante el que te ha traído aquí?—Sí. 
—Contigo serán mucho más duros.
—No comprendo...
—Pronto lo comprenderás. Llamaré a Pierre. Mañana por la mañana vendremos a buscarte. 
Andrée sonrió al salir y Jeanne, antes de seguirla, acarició la punta de los senos de O, quien se quedó de pie, junto a la cama, desconcertada. Salvo por el collar y los brazaletes de cuero que el agua del baño había endurecido y contraído, estaba desnuda.

—Vaya con la hermosa señora —dijo el criado al entrar. Le tomó las manos y enganchó entre sí las anillas de sus pulseras, obligándola a juntarlas manos, y éstas, en la del collar. Ella se encontró, pues, con las manos juntas a la altura del cuello, como en oración. No quedaba sino encadenarla a la pared con la cadena que caía encima de la cama después de pasar por la anilla. El hombre soltó el gancho que sujetaba el otro extremo y tiró para acortarla. O tuvo que acercarse a la cabecera de la cama, donde él la obligó a tenderse. La cadena tintineaba en la anilla y quedó tan tensa que la mujer sólo podía desplazarse a lo ancho de la cama o ponerse de pie junto a la cabecera. Dado que la cadena tiraba del collar hacia atrás y las manos tendían a hacerlo girar hacia delante, se estableció un cierto equilibrio y las dos manos quedaron apoyadas en el hombro izquierdo hacia el que se inclinó también la cabeza. El criado la cubrió con la manta negra, no sin antes haberle levantado las piernas un momento para examinarle el interior de los muslos. No volvió a tocarla ni a dirigirle la palabra, apagó la luz que proporcionaba un aplique colocado entre las dos puertas y salió. 
Tendida sobre el lado izquierdo, sola en la oscuridad y el silencio, caliente entre las suaves pieles de la cama, en una inmovilidad forzosa, O se preguntaba por qué se mezclaba tanta dulzura al terror que sentía o por qué le parecía tan dulce su terror.

Si un día termino de leer la obra, les haré un literotismo al respecto, pero les puedo decir que se trata del nacimiento de la subcultura del BDSM como se conoce actualmente. Con sus esclavos y su sumisión total.


Era verdad que René nunca la había golpeado y la única diferencia en sus relaciones entre la época de antes de Roissy y el tiempo transcurrido desde que ella volviera de allí era que ahora él se servía de su dorso y de su boca además de su vientre. Ella nunca supo si los latigazos que había recibido en Roissy con los ojos vendados o de flagelantes encapuchados, en alguna ocasión le fueron dados por él, pero le parecía que no. Seguramente, el placer que él obtenía ante el espectáculo de su cuerpo encadenado y entregado, debatiéndose en vano y al oír sus gritos era tan vivo que no consentía en privarse de la menor parte de él prestando sus propias manos, porque su intervención activa le hubiera distraído. Y ahora lo confesaba así, ya que, cariñosa, suavemente, sin moverse de la butaca en la que estaba hundido, con una pierna encima de la otra, le decía lo feliz que se sentía al entregarla, a inducirla a entregarse a las órdenes y a la voluntad de Sir Stephen. Cuando Sir Stephen deseara que pasara la noche, o aunque sólo fuera una hora, en su casa, o que le acompañara a algún restaurante o espectáculo de París o de fuera de París, la llamaría por teléfono y le enviaría el coche, a menos que fuera a buscarla el propio René. En aquel momento, ella tenía la palabra. ¿Consentía? Pero ella no podía hablar. La voluntad que le pedían que expresara era la voluntad de abandonarse, de aceptarpor anticipado cosas a las que ella sin duda deseaba decir que sí, pero a las que su cuerpo se negaba; por lo menos, en lo relativo al látigo.

Desclos nunca se alejó de Paulhan. Tiempo después de su muerte, un final para "La historia de O" sale a la luz: "Rertorno a Roissy", en donde la historia de la sumisa continúa, pero ahora ya no es una esclava sino una simple prostituta. La autora explicaría que con la muerte de su amado, también decidía "matar" a O, la esclava, y enterrarla.

Allí atrás de esas novelas hubo candela.


Reage, Pauline - Historia De O



miércoles, 7 de noviembre de 2012

Historia BDSM - Cuarta parte

Viene de acá

¿Cómo se entendía en el siglo 19 lo que hoy es el BDSM? ¿Cómo lo reflejaba la literatura de entonces?
Durante la segunda mitad del siglo 19, Loepold Von Sacher Masoch publica un libro insólito: La venus de las pieles.
En dicho libro, el autor despliega sus más intimas fantasías: se humillado por una mujer y convertirse en su esclavo. ¿Ropa de cuero negro?, No, aún no, aquí se trata de elegantes vestidos y abrigos de pieles. ¿Dolor?, sí pero más psicológico que otra cosa.


—Sin duda, y así es como me explico el simbolismo que atribuye la piel al poder y a labelleza. Por esto, desde las primeras edades del mundo las adoptaron los reyes, y así también una tiránica nobleza tuvo la pretensión, mediante las leyes suntuarias, de reservárselas como un privilegio exclusivo, mientras a su vez los grandes pintores las destinaban a las bellezas grandes. Rafael y el Tiziano no encontraron fondo mejor que una piel oscura: aquél, para las divinas formas de la Fornarina; éste, para el cuerpo rosado de su bien amada.
—Le doy a usted gracias por esta disertación erótica —contestó Wanda—, pero no me loha dicho usted todo; usted añade aún otro sentido particular a las pieles.
—Ya le he dicho a usted y la he repetido que el dolor posee para mí un encanto raro, y que nada enciende más mi pasión que la tiranía, la crueldad y, sobre todo, la infidelidad de una mujer hermosa. Esta mujer, este extraño ideal de aborrecible estética, me loimagino como el alma de Nerón en el cuerpo de Friné.
—Comprendo; eso da a la mujer algo de imperioso, de imponente.
.....
—De suerte que una piel despierta siempre en usted extrañas visiones —interrumpióWanda, envolviéndose, llena de coquetería, en su soberbio manto de piel, de tal modo, que la pelliza de cebellina de sombríos reflejos dibujaba maravillosamente su busto y susbrazos—. Y ahora, ¿cómo se encuentra usted? ¿Está usted ya medio atacado? 
Y sus ojos verdes, penetrantes, se posaron sobre mí con una extraña y dulce complacencia, mientras que, transportado de pasión, yo caía prosternado ante ella con losbrazos tendidos.
—Sí, usted ha vuelto a despertar en mí mis fantasías favoritas, dormidas hacía tanto tiempo.
—¿Cuáles? Y posó la mano en mi nuca. Bajo el calor de aquel contacto, bajo la mirada que me escrutaba con ternura a través delos párpados entornados, se apoderó de mí una embriaguez dulce.
—Ser el esclavo de una mujer hermosa; tal es lo que amo, lo que adoro.
—¡Y por lo mismo os maltrata ella! —interrumpió Wanda, riendo.—Me ata y me flagela, y me ofende con el pie, mientras pertenece a otro. 
La venus de las pieles de Leopold Von Sacher Masoch, 1870

De este individuo nos llega el término "masoquismo".

Unos años después, la literatura de la época Victoriana hace su aparición. Aquí ya hay elementos comunes en los libros: una señorita virgen es llevada a un cuarto de castigos y dejada en camisa para ser azotada en las nalgas por una mujer mayor a las órdenes de un viejo. Esta escena y una posterior desfloración se repiten hasta el cansancio en la abundante literatura erótica de la época.


De nuevo la odiada vara silbó en el aire y me cortó la carne magullada, tanto en el culo como en las caderas, escociéndome y llevándome a la agonía, pero él parecía tener cuidado para no derramar sangre; sin embargo, no tenía escapatoria, sólo era su deliberado plan de ataque, como para no agotar demasiado pronto a su víctima.
—Muerde, araña y lucha contra mis órdenes de nuevo; vamos, a que no te atreves. Miss Rosie, ya sabes lo que he de esperar de ti la próxima vez. No mereces misericordia, tu haraganería era bastante mala, pero tu conducta tan necia es aún peor; creo que hubieras sido capaz de matar a alguien con tu furia. Venga, muerde, araña, lucha, ¡eh! Muerde, ¿por qué no lo haces?
Así hablaba el viejo, calentándose cada vez más en su ataque, mientras mi sangre corría por mis pobres caderas.
Cada nuevo azote era una agonía espantosa, y debí de haberme desmayado, pero su forma de hablar actuaba en mí como si fuese cordial, además del dolor que sentía, una calidez y excitación muy agradable, imposible de describir, me fue llenando, cosa que sin duda tú, querida amiga, debes de haber sentido cuando estabas bajo mi disciplina.
Pero toda mi fortaleza no pudo suprimir más tiempo mis suspiros y gritos, y por fin creí morir bajo la tortura, a pesar de la exquisita sensación que con ella se mezclaba, y a pesar de mis ayes y gritos tensos, no volví a pedir misericordia. Mis solos pensamientos se ocupaban del deseo de vengarme, de cómo me gustaría latigar y cortar en pedazos a todos, especialmente al general y a Jemima, y hasta a la pobre y llorosa Jane. Sir Eyre parecía olvidar su edad y seguía su labor tremendamente excitado.
—¡Condenada! ¿No vas a pedir misericordia? ¿No te excusarás tú, putita de barrios? —silbaba entre los dientes—: Eres más fuerte y obstinada que toda la familia junta, una verdadera astilla de tal palo. Pero no soportaría que esta diabla me pegase, Mrs. Mansell, eso sí que no podría aguantarlo.
—¡Vaya! ¡Vaya! ¡Vaya! —gritó, y por fin el viejo asqueroso dejó caer la vara de su mano, mientras se hundía exhausto en la silla.
—Mrs. Mansell —resolló—, dele una buena azotaina, una media docena más, con una vara nueva, para ver si acabamos con ella, y que sepa de una vez que aunque ella puede agotar a un viejo, siempre habrá otros brazos fuertes que le administren justicia a culo tan atrevido.
La gobernanta, obedeciendo a su mandado, tomó una vara nueva de abedul y me golpeó deliberadamente, contando uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis (sus golpes eran fuertes, pero parecíame que no escocían tanto como los del viejo).
—Ya está —y me dijo—: Miss Rosa, podía haber puesto más empeño en esta labor, pero le tengo lástima, pues es la primera vez.
Casi muerta, y terriblemente herida, pero también victoriosa, tuvieron que llevarme a mi habitación. Pero ¿qué victoria? Toda destrozada y sangrante como estaba, y además con la certeza do que el viejo general renovaría su ataque tan pronto como tuviera la más rápida oportunidad.
La pobre Jane sonrió y lloró sobre mis nalgas laceradas, mientras me lavaba con árnica y agua fría; parecía estar acostumbrada a estos asuntos, pues cuando iba a retirarse a descansar conmigo (pues hice que durmiéramos juntas) le pregunté si a menudo había atendido y curado culos sangrantes anteriormente.
—Sí, Miss Rosie, pero debe guardarme el secreto y hacer como si nada supiera. Hasta a mí misma me han fatigado, pero no de tal forma como a usted, aunque siempre es cruel. A todas nos gusta después de la primera o segunda vez, en especial si no nos hacen sangrar mucho.
La confesión de Miss Coote, anónimo aparecido en la Revista La Perla (1879)

En esta época no sólo se repetían las escenas, y los personajes, sino que las chicas solían tener nombre comunes, como "Lady Pockingham" o Rose. Pero esta literatura no trascendió el siglo. La verdadera parafernalia del BDSM es del siglo 20, de la posguerra.

Ya termino.