lunes, 26 de agosto de 2013

La Isla de las Damas, de Pierre Louys (Fragmento)

Me disculpan, pero el dibujante es muy ingenuo
o está ten enfermo como un servidor.

Una disculpa por el olvido, pero a alguna alma caritativa se le ocurrió que era hora de embellecer mi biblioteca con un estilo más modernista; mandó hacer unas hermosas estanterías con cargo a mi cuenta bancaria y le dio en la madre a mi estante superior, que ahora está púdicamente oculto de miradas indiscretas con unas puertecillas.

Bueno, eso hace de mi estante superior, un "infierno", en el sentido de que ocultaron la pornografía, lo cual también tiene su encanto pero atenta contra la escritura desordenada de este blog.

Por lo pronto, mientras recupero el ritmo de escritura,  les dejo un fragmento de una de tantas obras inacabadas de Pierre Louys, un fragmento pornográfico de una obra de ficción sobre una isla maravillosa: Cuatro navíos franceses, gobernados por Hércules de …, encallaron fortuitamente hacia 1623 frente a lo que se conoce como L’Île aux dames, al oeste de las islas del Cabo Verde. Dos de las naves del extraviado convoy que se dirigía a la Guyana, transportaban familias de colonos acaudalados. Otra, artesanos y utensilios de toda índole. El último galeote, acaso el más generoso, transbordaba meretrices; “de doce a quince años, frescas, sanas” y libres de padecimientos venéreos.
Un millar de ciudadanos franceses desembarcaron en esta isla de vegetación admirable. Sin mosquitos, sin serpientes, la isla se encontraba habitada por “un pueblo de indígenas desnudos que acogieron a los recién llegados”.

Legislación
La Licencia para Follar (más o menos así, aunque queda pendiente de revisión):
Yo, Hércules 1, rey de la Isla, Concedo a mis súbditos licencia para follarse a todas las mujeres y muchachas que consientan en ello, sin discriminación de edad, estado civil o parentesco, en cualquier lugar público o privado, y como les dé la gana hacerlo.
Concedo, en justa correspondencia, a todas las mujeres y muchachas, licencia para hacerse follar por quien consienta en ello, en cualquier modalidad y posición de jodienda, y de entregarse al libertinaje donde les plazca, sin impedimentos de ningún tipo.
Prohíbo, bajo pena de muerte, secuestrar o violar a cualquier mujer o muchacha.
Ordeno, sin embargo, que ninguna muchacha permanezca virgen cuando comiencen a crecerle las tetas. y el vello; que si se descubre a alguna que todavía fuera núbil y virgen, se le concedan siete días para elegir a un follador y hacerse desvirgar; y que si, agotado este plazo, no encontrara ningún hombre o se negase a buscarlo, sea recluida en el burdel público hasta que su virgo haya sido roto y atravesado.
Además, declaro:
Que las pichas y los coños no son en modo alguno partes vergonzosas, sino partes nobles cuya visión nadie está obligado a ocultar.
Que los actos de impudicia, fornicación, adulterio, incesto y otras formas de libertinaje (excepto el crimen de I violación) son lícitos en todos los lugares y entre todas las personas.
Así me complazco en manifestarlo, para general conocimiento.
Promulgada en palacio, el 7 de mayo de 1623.

Hércules

Más tarde se aplican dos ligeras modificaciones a la licencia adjunta.
La primera, de uso: Dando por supuesto que las obreras casadas no admiten de buen grado el incesto entre sus hijas y maridos, se renuncia a perseguir a aquellas que pegan a sus hijas al sorprenderlas en flagrante delito.

La segunda, administrativa: Como consecuencia del accidente sufrido por una vieja institutriz de los reales hijos, que se dio de morros contra el suelo tras rebalar en un charco de semen, y se mató, todas las calles de la ciudad se siembran de carteles con la siguiente inscripción: «Prohibido derramar semen en la vía pública». Dicho con otras palabras, una muchacha está en su perfecto derecho de chupársela a quien quiera en la calle, pero no le está permitido escupir el semen.
La isla de las Damas, Pierre Louys





jueves, 18 de julio de 2013

La sociedad Juliette, de Sasha Grey

Sasha Grey ........ al menos el seudónimo no tiene nada que ver con el libro "cincuenta sombras de Grey", por si se lo preguntan. Sasha Grey es el nombre de combate de la bellísima y guapérrima Marina Ann Hantzis, retirada actriz porno que tiene en su filmografía películas tan inspiradoras como "Anal cavity search", que trata sobre .......... sobre ........... la búsqueda del ser trascendental, creo.

Bueno resulta que las actrices que están hasta el coño de tanto empujarse objetos por el ídem, ahora les da por hacer de cantantes, conductoras de TV o ............. ¿escritoras de erotismo?

Me van a disculpar, pero yo creo que la pornografía gráfica está bastante lejos de la pornografía escrita, lo suficiente para dudar que haya sido una buena idea de esta chica tan linda; pero en vista de que se podía colgar del accidente de su apellido artístico y en vista de que el erotismo cursi está de moda ..... bueno, no la podemos culpar.

Yo opino que si vas a meterte a escribir erotismo, lo mínimo que se puede esperar es que hayas leído un poco de erotismo.........no demasiado, pero al menos lo básico para saber que si le pones a tu libro un título como "La sociedad Juliette", los lectores malpensantes con facetas cripto-sádicas como yo van a esperar leer una reedición moderna de las orgías del libro de Juliette, con esas maravillosas decoraciones, cámaras de torturas y comidas tan exóticas que dan risa.

Para comenzar: las dos personajes femeninos principales son alter-egos de la escritora: Catherine la estudiante de cine y Marie, la degenerada amiga cochinota. Luego la mojigatería  y por último el plagio de escenas de películas, no de libros.

"Vivimos en una sociedad dominada por los ricos conservadores que mueven a las masas como quieren, los malvados medios de comunicación, los malvados políticos y la malvada iglesia católica, un grupo tan secreto que la prueba de su existencia es que no lo puedes buscar en Google" ..... por favor ¿qué es una novela libertina del siglo XVIII?

En pocas palabras, un libro mal escrito lleno de buenas fantasías sexuales, sin trama más allá de los plagios de películas como "eyes wide shut".

¿La historia? una chica que odia el capitalismo y que tiene una imaginación sexual muy activa tiene problemas porque su novio no le da suficiente candela, así que aprovecha una breve pausa en la relación para meterse a clubes que organizan orgías para desadaptados sociales.

Un día (ya hacia el final del libro) se pierde su amiga, y para encontrarla va a buscarla a una reunión de una sociedad secreta de ricos que cogen y se encuentra un ser tan malvado que ahorca a algunas de sus amantes .......... pregunto:

¿Los desadaptados que cogen son maravillosos, pero los ricos que cogen son malvados? (por ser ricos y coger) ..... me parece mucha mojigatería gratuita para una ex-actriz porno. ¿No podía alguien ser más malvado? .... no lo sé, desollar vivas a sus amantes mientras las viola por detrás y después beberse la sangre (no, también sería plagio, eso lo vi en "hostal", jejeje)

Bueno...........si no hay nada mejor que leer, está pasable por lo gráfico del sexo. Yo prefiero una buena película con ella como protagonista.


Llevo una mano atrás y tiro de su polla para ponérsela dura. Y en cuanto percibo que se está endureciendo, le unto el asta con un poco de manteca y muevo la mano adelante y atrás para que quede bien cubierta y los dos estemos bien pringados.
Él se coloca detrás de mí, con una mano sobre mi culo mientras juguetea entre mi coño con su polla empapada en Crisco. Y la mete sin más miramientos ni fricción. Se pone en marcha de inmediato, adopta un ritmo y se mueve adelante y atrás con la precisión de un émbolo. Tiene las manos alrededor de la parte alta de mi culo. Tira de mí hacia abajo mientras él sube, y nuestros sexos chocan en algún punto intermedio.
Bajo los brazos al suelo y empino el culo, y él me está follando tan hondo y duro que no puedo contener un gemido largo y quejumbroso; brota de mí con tal fuerza y tal volumen que resuena en toda la casa. Y hasta Sebastian lo oye, porque al instante se pone a aullar como un poseso en el garaje. El perro y yo gemimos juntos en sintonía.
Jack me acaricia el contorno del ojete con el pulgar mientras me folla, recogiendo el Crisco y metiéndomelo en el agujero, tanteándolo, ensanchándolo, y antes de que me dé cuenta está dentro de mí hasta el nudillo, y yo me cierro alrededor de él como una planta carnívora alrededor de su presa.
Jack tiene el pulgar en mi culo, y noto como lo gira adelante y atrás, como si girase una llave en una cerradura equivocada. Puedo sentirlo, girando, girando, girando. Y ahora solo gira en una dirección, en el sentido de las agujas del reloj, como alguien que estuviese dando cuerda al mecanismo y ese mecanismo fuera yo.
Estoy preparada para pasar al siguiente nivel, así que vuelvo la cabeza, lo miro a los ojos y le digo: Quiero que me folles por el culo, Jack. Fóllame duro por el culo.
Sale de mi coño y estampa su polla contra él, bañando su asta en mi flujo blanco y pegajoso, para lubricarla bien y facilitar su entrada por mi pequeño y tenso culo. Coloca una mano sobre mis nalgas para sujetarse mientras presiona la punta de su pene contra mi ano. Este se frunce en anticipación. La punta de su pene contra mi ano. La punta de su polla parece enorme mientras él la introduce en mi agujero. Dejo escapar un grito ahogado.
Su polla lubricada parece enorme y rígida en mi culo, y avanza despacio hacia dentro.
—¿Te gusta tener la polla en mi culo? —digo.
—Sí —gime él—. Tan prieto...
—Quiero que ensanches mi pequeño y prieto agujero —digo—. Quiero todo tu pollón dentro de mi culo.
Jack gruñe de placer mientras se desliza lenta y completamente dentro de mí, y empieza a bambolear y a girar las caderas. Jack está bailando en mi culo, y me gusta la sensación. No es un swing. Ni una lambada. En todo caso sería la danza del vientre en su versión más salvaje.
Sus manos se agarran con fuerza a mis hombros para poder embestirme con sus mazazos. Y sus pelotas húmedas chocan con fuerza contra mi coño.
Y me gusta tanto la sensación de notar mi culo ensanchado y sondado por su polla gruesa y carnosa que creo que voy a perder el sentido. Siento que estoy a punto de correrme. Siento que estoy a punto de estallar desde dentro.
Le digo: Jack, voy a correrme. Voy a correrme.
Y mientras lo hago mi cuerpo se sacude debajo de él y suelto un aullido de placer.
Digo: Ahora, quiero que te corras en mi culo, Jack. Quiero que me llenes con tu semen. Quiero sentir tu semen chorreando de mi culo.
Hablarle así, decirle marranadas, parece obrar el efecto deseado y lo lleva al límite. Le oigo gruñir en señal de que está a punto de correrse. Da una última embestida y su pistola se dispara en mi recámara, su semen explota en mi culo, y yo siento que me llena por dentro. Él saca la polla despacio, y yo noto su semen denso, blanco merengue chorreando de mi agujero y acumulándose en mi coño.
 
Nos acurrucamos delante del fuego sobre la suave alfombra, él detrás con los brazos alrededor de mí.
Y no se me ocurre cómo esto podría ser mejor. Jack, yo, un fuego encendido y real, sexo anal y pastel de nata.
Es el final perfecto para un fin de semana perfecto.




Perversógrafo: masturbación, sexo vaginal, anal, oral, lesbianismo, orgías, homosexualidad, dominación y sumisión, sadismo sexual, aunque no suficiente.







La sociedad Juliette
Sasha Grey
Editorial: Grijalbo
ISBN: 978-84-253-5047-4



viernes, 28 de junio de 2013

Kung Fu(ck)

Cuando yo era pequeño (y de allí sacarán fácilmente mi edad) solíamos ir a la matinée con mi padre; frecuentemente veíamos películas de karate y kung fu; género recuperado en años recientes con películas como "el tigre y el dragón". Era una delicia corretear por aquellas enormes salas de cine fingiendo ser karatekas durante el tiempo que duraba el intermedio en que mi padre nos dejaba para comprarnos unas palomitas y saciar su placer secreto del domingo: un chocolate con arroz tostado que le hubiera causado un regaño de mi madre, quien los domingos se quedaba en casa a descansar de nosotros.

Esta semana estaba invirtiendo uno de mis escasos ratos libres en leer una basura pornográfica tardeochentera, cuando tropecé con una magnífica escena de comicidad involuntaria........se las comparto:

Un cuerpo desnudo de mujer se precipitó a la charca. Su figura se reflejaba en el agua ofreciendo un color blanquecino, coronado de un rubio como el oro y Goemon no dio crédito a sus ojos. Como si respondiera a su llamada, la fláccida verga se le endureció de repente mientras el resto de su cuerpo seguía helado. La joven se inclinó sobre el agua, salpicándosela por el cuerpo mientras sus generosos pechos caían hacia adelante, balanceándose, acariciando con los rosados pezones la superficie de agua. Irguió la espalda y percibió la figura inmóvil de Goemon, al que reconoció al instante, lo que provocó que su mirada languideciera. Vio aquella verga erecta y se ruborizó de tal manera que sintió un calor en la cara que le fue descendiendo hasta los senos. Los pezones, encogidos por lo fresca que estaba el agua, adoptaron un color rosáceo oscuro y comenzaron a hincharse. Vio entonces la espada desenfundada, que él llevaba todavía en la mano y, lanzando un grito, se escapó corriendo.

Su actitud hizo que Goemon diera un salto.
—No te vayas —le gritó con desespero.
Debido a su estado de confusión, le gritó en japonés, persiguiéndola por un bosque de bambú en el que ella se había internado huyendo de él.
Okiku se había despertado perezosa cuando Rosamund la dejó para ir a bañarse. Contemplaba abstraídamente el cielo sin pensar en el futuro. Finalmente, se desnudó y se dispuso a unirse a Rosamund en el baño. La imagen de aquel hermoso cuerpo extranjero hizo que se le encendiera el vientre y se le humedeciera la entrepierna. Se retorció los dedos, ante la idea de lo que iban a hacer durante y después del baño, contemplando diferentes posibilidades.
De repente oyó el grito de un hombre y el pavoroso chillido de Rosamund. En un abrir y cerrar de ojos, desenvainó la espada que tenía en un lugar oculto y corrió apresuradamente en la dirección de donde procedían los gritos.
El hombre que perseguía a Rosamund estaba completamente desnudo y sus intenciones eran obvias, dada su desnudez. Sin pararse a considerar los ruegos del hombre que decía: «No por favor, espera...», Okiku cargó sobre él, tratando de propinarle un golpe certero y homicida que le rebanara la cabeza.
Goemon tuvo suerte de que, a pesar de estar concentrado en otras cosas, sus reflejos fueran buenos y gozara además de una excelente condición física. Rechazó el golpe de Okiku con su propia espada y, de repente, ella se le echó encima. Cayeron al suelo, cada uno sosteniendo la mano en la que el otro tenía la espada, Okiku tenía mucho nervio y había aprendido en una escuela de lucha que no era peor que la de Goemon. La lucha era equitativa. Okiku le agarró con una pierna alrededor de las caderas y rodaron por el suelo, buscando cada uno un momento de debilidad de su contrincante. Estaban apretados el uno contra el otro y la erección de Goemon no cedía sino que, por el contrario, comprobó sorprendido que aumentaba. De forma instintiva la embistió, y Okiku, cuyo sexo se había lubricado cuando pensaba en Rosamund, no opuso resistencia, succionando aquel pedazo de carne de Goemon que entraba en su gruta.
Mientras las partes superiores de ambos cuerpos luchaban enconadamente, las partes inferiores se enzarzaron en una batalla no menos virulenta. Goemon empujaba lujuriosamente con la esperanza de hacer llegar al clímax a su oponente antes de que él lo hiciera. Okiku oprimía su gruta cada vez que él se salía de su interior. Ambos sabían que el primero en correrse sería el perdedor y probaría la espada del oponente; ya fuera durante los estertores del orgasmo o en el posterior estado de extenuación en el que se sumergirían.
Ambos respiraban agitadamente, sin rendirse al otro, luchando con sus cuerpos. Estaban cara a cara, ceñidos entre dos gruesos troncos de bambú, sin olvidarse de sus mortíferas armas, aunque la batalla en la que estaban enzarzados no les daba margen de maniobra.
Oyeron confusamente los distantes sollozos de Rosamund al tiempo que aceleraban el movimiento de caderas, acaso estimulados por ese sonido que tanto significaba para ellos. Los embistes se hicieron más cortos y violentos y por entre los dientes emitían un silbido. Elevaron el pecho y de nuevo lo dejaron caer, y el sudoroso contacto de sus cuerpos desencadenó en ambos un clímax simultáneo.
Goemon, que sentía en la verga el inicio de los espasmos, sabía, como el hombre que se aclara la garganta antes de hablar, que iba a morir. Movió violentamente las caderas hacia fuera, sin ya importarle. Sucumbió a la intensidad de aquella sensación al tiempo que por el interior de la verga fluían corrientes intermitentes de caliente esperma.
Okiku no pudo soportar por más tiempo aquella presión y aunque sabía que podía correrse de nuevo una y otra vez, no ignoraba que el hombre que estaba en su interior era un luchador experimentado y que aprovecharía cualquier momento de debilidad como el que ahora..., comenzó a sentir. La humedad de su coño se desató, al correrse frenéticamente mientras gemía de placer y de pena por Rosamund y por su propia vida.
Extracto de Los placeres del samurai, de un tal Akahige Namban


No suelo incluir en los literotismos imágenes demasiado vulgares, pero creo que en esta ocasión está más que justificado. Miren esta maravilla del cine moderno:



Kung Fu Sex from Costas Pent Xelidonopsaro on Vimeo.








viernes, 21 de junio de 2013

Mi vida secreta, el gran anónimo victoriano


Este libro me intrigó mucho tiempo; es un libro tan extraño que no me ha sido sencillo hacer el literotismo. No es extraño en el sentido literario; sólo es pornografía; del tipo húmeda, gráfica y mayormente vaginal, jejeje. Victoriano, pues.

Lo intrigante va en el sentido de quién escribe una extravagancia pornográfica en 11 volúmenes cuando existe una prohibición y duras penas para quien imprimiera pornografía en Inglaterra. No sólo quién, sino ¿para qué?.

Se escribe literatura erótica como una forma poética, como manuales para los no iniciados, como propaganda política o para ganar dinero. Otras razones para escribir pornografía existen: la diversión del escritor y la excitación del mecenas, pero no suelen ser comunes ninguna de las dos.

Mi vida secreta es una autobiografía anónima de un tal Walter, radicado en Londres de 1880, que parece tener infinitos recursos económicos y una potencia sexual asombrosa. Walter, a lo largo de 11 tomos, describe un maratón sexual con apenas unas pinceladas de otra cosa que no sea sexo.

Impreso en Amsterdam (país con un vacío legal para la pornografía) entre 1888 y 1894, se hicieron (supuestamente) sólo 20 copias del libro, que se vendieron en la enorme suma de 60 libras esterlinas; que a costo actual equivaldrían a unos 6,000 dólares americanos, 4,700 euros, 82,000 pesos o 32 millones de kwachas......aún así no es negocio.

Se supone que el millonario Henry Spencer Ashbee pudo haber sido el escritor, o en su defecto, el mecenas del proyecto. Aún así, Walter no es mas que un personaje ficticio, ya que aunque pudiera haber sido viable su existencia, no hay pruebas documentales de que Henry haya llevado a cabo las proezas que se imputa él mismo. "Todo comenzó por diversión", diría en el prefacio de la obra.

Yo pienso que el buen Henry tenía amigos igual de cochinotes que él, yo creo que él era uno de quienes publicaba la revista "La Perla" y que conocía a un selecto grupo de erotómanos. Resulta que por la misma época se hizo otra obra monumental: "The romance of lust", traducida al Español como "La novela de la lujuria", que supuestamente fue escrita por un selecto grupo de erotómanos millonarios que la escribían por rondas hasta tener una gran obra monotemática. Henry Spencer Ashbee consideraba esta obra como inferior, y se supone que pudo haber querido demostar ser un mejor escritor con "Mi vida secreta"

Vírgenes, voyeurismo, lesbianismo, sadomasoquismo, puritanismo; todas fantasías sexuales escandalosas para la moralidad victoriana; en tan solo un millón de palabras. En el libro, se dejan ver las diferencias de clases sociales y la pobreza de las prostitutas que son orilladas al trabajo, aún cuando, de un modo machista se dice que ellas lo disfrutan.


No hay visión más exquisita y voluptuosamente incitante que la de una mujer bien formada, sentada o tumbada, desnuda con las piernas cerradas, oculto su coño por los muslos y sólo indicado por la sombra proveniente de los rizos de su toisón, que se espesa al acercarse a la parte superior del Templo de Venus, como si quisiera ocultarlo. Entonces, a medida que sus muslos se abren suavemente y la raja en el fondo de su vientre se abre ligeramente con ellos, aparece el crecimiento de los labios, surgen el delicado clítoris y las ninfas, se ve el incitante tinte rojo de toda la superficie y el conjunto queda enmarcado por cabello rizado, suave y brillante mientras que por los alrededores no hay sino la carne suave y marfileña del vientre y de los muslos, que le proporcionan el aspecto de una joya en su estuche. Los ojos del hombre nunca podrán descansar en un cuadro más dulce. [...] ¿Hay alguna otra cosa en este ancho mundo comparable con un coño? ¿Cómo puede un hombre dejar de sentir curiosidad, deseo y encanto en él?
En esos momentos mi cerebro gira con visiones de belleza y placer, pasadas, presentes y futuras. Mis ojos cubren todo el espectáculo desde el culo hasta el ombligo, el coño parece investido de una belleza seráfica y ser un ángel su poseedora. Por eso incluso ahora puedo contemplar los coños con todo el júbilo de mi juventud, y aunque haya visto mil cuatrocientos desearía ver mil cuatrocientos más.
Sobre la fisonomía de los coños y las capacidades para dar placer creo que sé tanto como la mayoría de los hombres. Fisionómicamente pueden dividirse en [seis] clases, pero un coño puede compartir las características de una, dos o más, especialmente por lo que respecta al desarrollo de clítoris y ninfas. Los clasifico del modo siguiente: 1) coños perfilados limpiamente; 2) perfilados con bandas; 3) labiados con volantes; labiados finamente; 5) de labios llenos, y 6) respingones



Esta es una novela picaresca y posmoderna; una muestra de que la tenacidad y la suerte pueden vencer los obstáculos creados por las clases sociales, la modestia y el dinero....en una versión muy a lo Charles Dickens..........pero pornográfico.


Perversógrafo: Sexo con 1400 mujeres en todas las maneras y combinaciones posibles, mas algunos cuantos hombres y muchachos. Sólo falta sexo anal porque nuestro héroe se desmaya cada vez que penetra a alguien por el ano.







Mi vida secreta
Anónimo
Tusquets Editores, La Sonrisa Vertical 129
Abril 2006
ISBN: 978-84-8310-462-0
656 pág.


domingo, 2 de junio de 2013

La obra maestra de Aristóteles, "el famoso filósofo"

¿De veras a Lepis "ya se le botó la canica" y nos va a hablar de filosofía?

Realmente no, yo suelo hablar de filosofía cuando estoy extremadamente etílico y tengo a mi alrededor gente igualmente intoxicada a quien le parece interesante (o cómica) mi plática. Mi estado filosófico es corto y precede por unos minutos al momento en que me subo a una silla a recitar poemas a los cenzontles y al menudo de Sonora y a los diputados.

Lo que yo tengo es un gusto por los libros extraños, así que cuando encontré este me dije: "este libro lo deben sufrir los inexistentes lectores de mi blog". ¿Qué es? no es mas que un manual higiénico sobre sexo y embarazo ¿Qué tiene de especial? que es antiguo y desconocido en la actualidad. ¿Quién lo escribió? Eso sí quién sabe, pero las primeras ediciones datan de 1680, y en 1735 fue cuando obtuvo su forma final.

Este libro contiene la descripción mas o menos fiel de los órganos sexuales masculino y femenino; explica la cópula, la virginidad y la manera de llevar a cabo un embarazo exitoso. Lo interesante aquí es que es un libro ilustrado con bastante acierto.

El libro circuló cientos de años, se trata de todo un best-seller; se supone que a pesar de que estuvo prohibido hasta los años 60 del siglo XX, las madres lo compraban para sus hijas casaderas y que los muchachos se masturbaban sobre él.......digamos que fue el youporn de la época.

El libro es muy informativo: dice que los bebés están en el útero unos once meses, que toser o estornudar puede evitar la concepción, que si tienes sexo con tu perro el niño se parecerá al de la imagen superior, que el sexo durante la menstruación produce nacimientos "monstruosos" o, genial idea, que el poder de la imaginación en el momento de la concepción es una fuerza tan poderosa que estampa una idea en la criatura que se está engendrando, por lo que los hijos de una adúltera se pueden parecer al esposo, o pueden salir etíopes aunque sean del marido.

El libro no tiene sexo; ni demasiado interés, pero parece ser que en su tiempo tuvo mucha más influencia de lo que su desconocimiento actual nos puede hacer suponer. Muy curioso que un libro tan conocido en su época cayera al olvido.........son muchos los libros (mayormente eróticos) que hacen referencia a este curioso manual ilustrado.

Bueno............ya les dije. ¿Qué mas?......nada. Si alguien le quiere echar un vistazo, lo encuentran acá.







martes, 28 de mayo de 2013

La academia de las damas de Nicolás Chorier

La gráfica de las estadísticas de este blog parece un bonito volcán, así que con la seguridad de estar dirigiéndome a una sala vacía, les tengo un nuevo hallazgo.

Bueno,  no tengo todo el tiempo pero hoy les quiero compartir un regalo que la biblioteca de Castilla y León nos dejó para disfrute de la raza: la edición original de Joaquín López Barbadillo del segundo tomo de "La academia de las damas" de Nicolás Chorier; una obra clásica de corte típico: Tulia, de 26 años instruye a su prima  Octavia (a la prima Octavia de Tulia, no a la prima Octavia de ustedes), de 15 años, joven casadera en el arte del placer sexual. Una obra de 1660, escrita para un público culto con el nombre en latín de "Aloisiae Sigeae Toletanae Satyra Sotadica de arcanis Amoris et Veneris"

Como curiosidad, este libro, a pesar de ser un exponente muy antiguo de la literatura erótica, incluye escenas de lesbianismo, virginidad, flagelación, sumisión, orgías, infidelidad y una de las primeras referencias occidentales al sexo anal heterosexual.

Aunque trata el tema como una práctica repugnante y pone a los homosexuales a la altura del betún, aún así el libro incluye una escena de un trío con sexo anal heterosexual:

Entonces Aloisio se inclinó sobre mis nalgas; acercó el venablo  a la puerta de atrás, empujó, golpeó, y después con un violento esfuerzo lo introdujo. Lancé un grito. Enseguida retiró el venablo de la herida, lo hundió en el estrecho y vomitó una ola de esperma en el lúbrico surco de mi matriz. Terminada la cosa, Fabrizio me atacó de la misma manera. Con una rápida sacudida ensartó la pica y en un santiamén la hizo desaparecer toda en mis entrañas. Durante un momento hizo un movimiento de vaivén y, cosa que creía imposible, me sentí invadida por no se qué furiosa comezón; de modo que no dudo de que si lo quisiera me acostumbraría muy bien a esa posición.

El libro es bastante incómodo de leer, pero lo pueden consultar aquí u hojearlo direcamente desde aquí

martes, 23 de abril de 2013

Cómeme (Cuento de Linda Jaivin)

Este es el primer (y mejor) cuento del libro del mismo nombre de Linda Jaivin.

Disfrútenlo.......y laven la fruta y la verdura antes de comerla.


Acarició los higos frescos con las yemas de los dedos. Realmente, eran unos saquitos sorprendentes: extraños, oscuros y arrugados, pero exquisitos al paladar. La madre naturaleza debía de estar pensando en el padre naturaleza cuando inventó los higos.

Ava levantó la mirada, echó hacia atrás la larga melena negra y miró a su alrededor con ojos azules como el hielo. No parecía que hubiera nadie más en el supermercado. Sarah, la única cajera del turno de noche, acababa de despachar al último cliente y estaba absorta en la lectura de una novela rosa de la colección Harlequin. Lo único que se oía era el murmullo de las cámaras frigoríficas y la melodía casi imperceptible del hilo musical. El frío artificial del potente aire acondicionado mitigaba lo que, sin su presencia, hubiera sido una cornucopia de aromas increíblemente excitante, desde la dulce madurez de los plátanos hasta la acritud cítrica de los limones y las limas. En los supermercados todo es frío: los brillantes suelos recién fregados, el gélido acero de los estantes, la fluorescencia polar de las luces... 

Ava cogió un higo y lo olfateó. Sacó la lengua y lo lamió. ¿Si a los conejos les gustan las zanahorias, por qué no les van a gustar también los higos? Se subió lentamente la minifalda negra hasta dejar al descubierto los remates de encaje de sus medias. No llevaba bragas. Nunca llevaba bragas. ¿Para qué iba a llevadas? Al tocarse, notó que ya estaba caliente y húmeda. Con la otra mano, se acercó el higo a la entrepierna y se acarició la boca del sexo con la fruta, primero suavemente, después con vigor. Notó cómo la piel del higo se iba rasgando. Algunas de las semillas se pegaron a sus labios vaginales y a otros lugares secretos del interior de sus muslos. Volvió a meterse el higo en la boca -un dulzor salado- y lo chupó hasta dejado seco.

Ava dejó caer los restos de la fruta en el estante y avanzó hacia las fresas. Grandes, rojas y firmes, sabía exactamente cuál era su sitio: dentro de ella. Dio varios pasos sin separar los muslos, colocando un tacón justo delante del otro, concentrándose en las sensaciones que le provocaban las fresas al deslizarse unas sobre otras, aplastándose entre sí. En su imaginación, creía poder distinguir el cosquilleo de cada rabillo verde. Se paró, apoyó la espalda contra uno de los estantes y cerró los ojos mientras los jugos se derramaban entre sus muslos.

Adam, el vigilante del supermercado, tragó saliva. Se movió para poder observar mejor a Ava desde detrás del estante de las patatas fritas. La nuez le descendió por el cuello hasta el botón de la camisa. Adam ya estaba ahí, detrás de las bolsas de patatas, cuando ella había llegado a la sección de' frutas y verduras. Lo había visto todo. Sabía que debería haberle llamado la atención en cuanto empezó a juguetear con el higo, pero estaba paralizado por...¿Por qué? Sintió un escalofrío. Se ajustó los pantalones caqui y se pasó la mano por la cabeza rapada. Sus movimientos eran torpes. Una brillante bolsa de aperitivos de maíz bajos en colesterol cayó al suelo con estruendo.

Si Ava se dio cuenta, desde luego no hizo nada para demostrado. La expresión de su cara no cambió; parecía extasiada. Se subió la falda un poco más, hasta dejar el liguero al descubierto, se metió dos dedos en su propio fruto, lleno de jugos frescos y punzantes, y empezó a frotárselo al tiempo que movía las caderas, cada vez más rápido. Se sacó los dedos, muy despacio, se los introdujo en la boca y se los chupó con fruición. Un hilo de papilla de fresa le resbaló por la barbilla. Hurgó en su bolso hasta encontrar un espejo. Agachada, con el culo apuntando hacia Adam, situó el espejo entre sus piernas, se abrió el sexo con los dedos y se estudió a sí misma con atención.

Uvas. Eso es lo que pensó.

Las eligió cuidadosamente. Frutas firmes en un racimo prieto. Uvas grandes, redondas, moradas. Se dio la vuelta y apoyó la espalda contra el estante. Abrió las piernas de par en par y empezó a dibujarse pequeños círculos en el clítoris. Con la otra mano, se fue metiendo las uvas, poco a poco, tirando levemente de ellas antes de cada nuevo empujón. El racimo le arañaba y le hacía cosquillas, y eso le gustaba.

Sin previo aviso, Ava levantó la cabeza y miró fijamente a los ojos al hombre que la había estado espiando todo este tiempo. Sus labios, rojos como la sangre, dibujaron una sonrisa maliciosa. Cogió una uva chorreante y se la ofreció. Adam se quedó rígido, como los alimentos de la sección de congelados. Dibujando un beso con los labios, Ava se llevó la uva a la boca y la succionó sonoramente. Después devolvió el racimo al estante. Sin apartar ni un momento los ojos de Adam, tanteó a su espalda hasta encontrar un kiwi maduro. Enseguida lo levantó delante de ella y clavó las uñas en la piel velluda. La fruta estalló y el líquido verde resbaló entre sus dedos. Ava clavó sus ojos en los de Adam y se introdujo la fruta herida en la cueva hambrienta que tenía entre los muslos, por los que ya chorreaban todo tipo de jugos.

Adam dio un paso vacilante hacia ella. Ava hizo como si no se diera cuenta. Se sacó el kiwi y se comió la mitad, sin ninguna prisa. Extendió el brazo hacia Adam y le ofreció la otra mitad al tiempo que arqueaba una ceja. Adam siguió avanzando hacia ella, ahora con paso decidido. Cogió la fruta, se la comió con desenfreno y se dejó caer de rodillas delante de Ava.

Ella abrió las piernas un poco más. Extendió los brazos, le agarró de la nuca y le apretó la cara contra su fruto. Adam gimió.
-¡Cómeme! -le ordenó ella.
-Pero... -protestó él con voz temblorosa.
-¡Cómeme, patata asquerosa! -repitió ella, esta vez con tono amenazante.
-Pero...
Ava escarbó en su bolso con la otra mano y sacó el pequeño látigo que siempre llevaba con ella. Lo hizo chasquear en el suelo, justo al lado de Adam.

Él movió la cabeza de un lado a otro, pero sólo consiguió que el roce de su cabeza y de su barba incipiente excitaran todavía más el sexo hinchado y anhelante de Ava.
-Cómeme, mancha de café, rodaja de queso rancio, filete de carne de caballo viejo -lo humilló ella, acariciándole la nuca con el mango del látigo.
-¡No! -protestó él-. ¡No, no lo haré! ¡Y no puedes obligarme! ¡Soy un chico bueno!
-Eres un chico malo -lo contradijo Ava-. Peor que unas patatas fritas con sal y vinagre, peor que una gran tarta de chocolate.
-¡No es verdad! -se quejó Adam agarrándose a los muslos de Ava con las dos manos- Soy tan intachable como Sara Lee, tan puro como una barra de pan integral. No participaré en tus asquerosos juegos. -Ava le dio un fuerte tirón de orejas. Adam gimió de dolor y dejó de forcejear- Está bien -susurró en la entrepierna de Ava-. Está bien. Te comeré. Lo haré. Serás mi paté, mi pulpo, mi arroz con calabaza, mi estofado. -y empezó a comer, a comer como si estuviera muerto de hambre. La devoró con la lengua, con los labios, con los dientes y las manos. Comió hasta no dejar rastro del higo, ni de la fresa ni de las uvas ni del kiwi que la batidora de amor de Ava habían convertido en un yogur caliente y salado de frutas tropicales. .

Ava dejó caer el látigo. Mientras se deslizaba hacia el suelo, su mano encontró un racimo de plátanos. Adam seguía arrodillado, bebiendo de su abrevadero. Extendió los brazos, le cogió la mano a Ava y se la apretó contra el suelo, obligándola a soltar los plátanos. Ella levantó la cabeza y lo miró con rabia. Forcejeó, pero fue inútil. Ahora era él quien sonreía. Volvió a concentrarse en el sexo de Ava, pero esta vez a su propio ritmo, dolorosamente lento. Ava gimió, dando patadas al aire, y se corrió en la boca del vigilante. Uno de sus zapatos de tacón salió volando y resbaló por el pasillo hasta la sección de cereales para el desayuno. Adam le dejó libres las manos y siguió chupándola mientras buscaba el racimo de plátanos a tientas. Peló uno. Sin levantar las manos del suelo, Ava respiró hondo. Adam le metió el plátano hasta el fondo. Después se levantó y la observó de reojo mientras ella se provocaba un nuevo orgasmo con expertas arremetidas del plátano. N o paró hasta convertir la fruta en papilla.
-¡Eres una puta asquerosa! -exclamó Adam mientras se acercaba a la sección de verduras. Cuando volvió con un pepino, Ava lo esperaba de pie, con el látigo en la mano.
-¿Qué has dicho? -Aunque la voz le temblaba un poco, sonaba imperiosa-. Maldito pedazo de salami podrido -le espetó con voz ronca.
-Que eres una puta asquerosa -repitió él con un poco menos de convicción sin apartar los ojos del látigo-. Me das más asco que una sopa de sobre, me das más asco que... que un bizcocho de cabello de ángel, que el queso con gusanos.
-Quítate los pantalones -dijo ella acariciando el mango de cuero del látigo.
-Ni lo sueñes, manitas de cerdo.
-He dicho que te quites los pantalones, pedazo de colesterol.
-Puta. Zorra. Huesos de caldo.

Ava hizo chasquear el látigo con un rápido movimiento de la muñeca. La punta afilada lamió el muslo de Adam.

Resoplando, Adam se bajó los pantalones; él tampoco llevaba ropa interior. Tenía una erección monumental. Ava se la acarició suavemente con el látigo y se rió con sorna.
-Así que lo estás disfrutando, mofletes de requesón.
Adam rehuyó su mirada.
-Agáchate.
-No.
-No hagas que me enfade.
Él frunció el ceño, se agachó con el culo apuntando hacia ella y apoyó las manos en el estante de la fruta.
-Dame el pepino -le ordenó ella.

Al volver la cabeza, Adam vio que Ava lo estaba lubricando en su vagina. Hasta que se lo empezó a meter lentamente por el culo. Él gimió y se retorció de dolor y de placer al mismo tiempo.
De repente se hizo el silencio. Alguien había apagado el hilo musical. Ava y Adam escucharon la voz metálica de Sarah por el sistema de megafonía:
-Señores clientes, les recordamos que estamos a punto de cerrar. Por favor, procedan a pasar por caja. Gracias por su visita. Esperamos volver a verles pronto.
Ava sacó el pepino del ano de Adam y lo lanzó al estante de las verduras; cayó justo al lado de los demás pepinos.
- Bonito tiro, bollito.
-Gracias -dijo ella. Los dos se rieron y se arreglaron la ropa a toda prisa. Ava recuperó su zapato y se guardó el látigo en el bolso- Será mejor que compre algo -susurró; leche de coco y un frasquito de estragón, pensó, como podía haber pensado en cualquier otra cosa.
-¿Nos vemos la semana que viene, tarrito de miel? -preguntó Adam-¿Donde siempre a la hora de siempre?
-No lo dudes, guisantito mío.
-Hasta pronto, entonces.
-Hasta pronto.
Adam observó alejarse a Ava por el pasillo. Al veda llegar, Sarah se preguntó por qué llevaría una media a la altura del tobillo. ¿Sería posible que no se hubiera dado cuenta?
-¿Qué tal el libro? -le preguntó Ava al tiempo que le entregaba su compra.
-Muy bueno -suspiró Sarah sin apartar los ojos del muslo desnudo de Ava-. Me encantan las historias de amor. ¿A usted no?
-Claro que sí -contestó Ava guiñándole un ojo a la cajera- Tengo una detrás de otra.


Cómeme
Emecé
Linda Jaivin

Barcelona, 2009
ISBN 9788496580473

288 pags.


jueves, 11 de abril de 2013

La educación sentimental de la señorita Sonia, de Susana Constante


Susana constante es una escritora bastante particular: sus relatos son, a mi modo de ver, caoticos y algo oníricos.  En una ocasión comenté que Luis G. Berlanga, fundador de Tusquets, inició la colección erótica "la sonrisa vertical" para editar todas aquellas obras que la represión franquista condenó al armario y que seguramente la gente tendría en sus casas.

Aparentemente este es uno (¿el único?) de esos libros: impreso en 1979, ganadora del premio de la portada rosa, parece ser que éste es un libro escrito en 1976.

Una muchacha, acompañada por un capitan del ejército viajan en tren. Se encuentran a un joven que se ha equivocado de tren, pero que los comienza a seguir sumisamente; aparentemente por amor platónico de la bella jovencita.

Ellos van a visitar a una Condesa, antigua amante del padre de la chica y quien tiene un hijo al que tramposamente llama sobrino y al cual ama absolutamente. El muchacho de 14 años es inteligente, soñador y está decidido a entrar al seminario y a renunciar al mundo. La condesa, mujer de placeres quiere que conozca el sexo (no el amor) para tratar de convencerlo de renunciar a sus planes.

El capitán, por su parte, hombre libertino y de placeres, está enamorado de la condesa, quien no le hace el menor caso y se ríe de su cursilería. Sonia, por otro lado, se enamora del muchacho, un par de años menor que ella pero más maduro intelectualmente. El muchacho simplemente ignora a Sonia.

Sonia era una chica rica con la impresión eterna de haber perdido una oportunidad. Iniciada por su padre y por un extraño violador de menores, quiere conocer el amor, aunque no lo persigue como un fin.

El libro refleja una filosofía muy interesante; desde ese punto de vista, el libro rescata elementos del erotismo clásico del siglo XVII y XVIII, con aquellas novelas que unían filosofía, anticlericalismo, perversión de una chica (chico en este caso) virgen y erotismo.

Olvidas, creo, que todo puede hacerse, a condición de mantener la compostura.
Apoyándose en el brazo del niño, la condesa suavizó la reprimenda con una sonrisa:
—Ten en cuenta, Sebastián, que es preciso guardar las formas, única manera de servirnos de ellas de acuerdo a nuestros deseos.
Sebastián la escuchaba frunciendo el entrecejo.
—¡Pero entonces —adujo pensativo— es necesario doblegarse, esclavizarse! —e hizo una mueca de desdén.
—Naturalmente —respondió Luisa, con un encogimiento de hombros—. ¿Contra qué, si no, irías a construir tus caprichos?
—¿Pero por qué —insistió el niño— obedecer para desobedecer? No te comprendo.
—¡Ah! —la condesa agitó la mano enjoyada— debes obedecer para sobrevivir, Sebastián; y desobedecer para vivir, esto es, para buscar tu placer. Es tal vez complicado, pero exacto. Todavía eres un niño — murmuró, mirando con ternura la carita afilada y morena—. Ya tendrás tiempo y ocasión de pensar en estas cosas.

Es un libro muy complejo, elegantemente escrito y de una sensualidad poco expresada:


Sonia lo miró, tendiéndole la mano derecha, y acariciando con la izquierda el cuello enrojecido de Alexei, mientras emitía sonidos consoladores, tales como:
—Ya, ya, ya. Vamos, vamos, vamos, etcétera.
Tomó, entonces, su mano y le dijo:
—Ven Nicolás —acomodándolo sobre su pecho libre.
Fascinado, Nicolás permaneció tendido allí, temeroso de decir algo que pudiera arruinarlo todo y mirando con un resto de prevención la cabeza abatida del Capitán de húsares que, no obstante, ya no le parecía tan terrible como cuando la miraba de abajo, esto es, hallándose Alexei bien plantado sobre sus pies. Se quedó allí, decía, hasta que captó un casi imperceptible cambio de ritmo en la respiración de la señorita, que acariciaba ahora su espalda y la del Capitán con los ojos cerrados y la boca anhelante. Alexei se inclinó sobre esa boca, lamiéndola dulcemente y deslizando una mano por la comba del vientre de Sonia, hasta apoyarla sobre el sexo con una presión exigente. Sonia apretó la cabeza de Nicolás contra su pecho y desatando los lazos del vestido le ofreció un pezón sonrosado y erecto.
—Chúpalo —le pidió, muy seria.
La mirada de Nicolás se encontró con los ojos atentos y algo espantados del Capitán que, al parecer, acababa de notar su presencia. Por un momento, el hombrecito sintió una contracción de miedo, pero sostuvo —inmóvil— la mirada de Alexei, y acabó por tranquilizarse pensando que siempre estaba a tiempo de matarlo, si la ocasión lo exigía, aunque rogando, también, que eso ocurriera —acaso debiera ocurrir— un poco más tarde.
Se encontraban, los tres, en una situación a un tiempo comprometida y lejana, como si sus gestos —cuerpos y palabras— les sucedieran, en cierta forma, por procuración. Pero también había — cada vez más a medida que pasaban los minutos— una suerte de concentrada colaboración. Cada uno de ellos (¿pero quiénes eran ellos?) procuraba adivinar, adelantarse al deseo de los otros, satisfacerlo satisfaciéndose. Atrapados en un mareo casi ensordecedor, sabían que actuaban, pero no sabían (no sabían) el nombre exacto de quienes llevaban adelante la acción. Y lo que en un principio había sido una situación en cierta forma clara —dos hombres y una mujer— se transformó imperceptiblemente en un sofocante e intenso vacío de placer, donde se movían tres cuerpos sin precisa y definitiva identidad. Este embudo amenazaba tragárselos (o al menos esto es lo que pensaba cada uno, perdido en su activa soledad), lo cual no hacía más que lanzarlos frenéticamente por encima de sus bordes, reclamando, tentando ese olvido pavoroso. Y es así cómo, al amanecer, estirada sobre la alfombra, desnuda, fresca y como recién lavada, Sonia murmuró:
—¡Oh, quisiera morirme! —y lo dijo con una sonrisa distendida y abierta, muy joven y sin ulterioridades.
El hombrecito, sin ropas, era casi hermoso. Delgado y enjuto.
—Yo también —dijo— quisiera morirme.
Y de todos ellos él era, tal vez, quien lo deseaba más ardientemente. Alexei, en cambio, se puso de pie con un gesto brusco.
—Yo —aseveró— hubiera preferido morir un poco antes de ahora.
Volvían, de pronto, a ser tres gestos precisos. La luz mezquina de un amanecer lluvioso no restituía los rostros, sino las funciones; no bautizaba, condenaba: una señorita, un caballero, un esclavo.
Retirándose a lo más oscuro de la habitación, Nicolás sufrió el golpe de este conocimiento, que lo sumió en una desesperación infinita. Permaneció acurrucado largo rato, con los ojos fuertemente apretados, sin ver (sin querer ver) nada, hasta que, como un relámpago, una idea se abrió paso en el lodazal de su padecimiento: «Yo, se dijo, soy el único que ha elegido. Yo sé de ellos todo lo necesario, mientras que ellos nada conocen. ¡Yo tenía una vida distinta, yo era otro, antes de ser éste!», y entonces abrió los ojos.

La condesa ofrece a su propio hijo a Sonia, a condición de que no le permita enamorarse. Ella está intentando salvar a su hijo de la religión, porque de no hacerlo, deberá resignarse a hacerse vieja y a renunciar ella misma al mundo.

—¡Amas a Luisa! —le dijo riendo, afeada por el dolor y la cólera—. ¡Amas a tu madre, querrías estar a su lado desnudo, como ahora conmigo! No eres hombre —le decía, acariciando frenéticamente el
sexo de Sebastián y tironeándose a veces del cabello en un intento desesperado por no ser arrancada de ese lugar, por recuperarse sana y salva, con el orgullo intacto.
Sebastián la miraba, incapaz de apartar los ojos de su cara, sometido a la violencia de esta verdad que ella le ponía por delante y repetía una y otra vez con la exacta pasión de un látigo manejado por una voluntad impersonal y justiciera. Su sexo erguido temblaba y, sin advertirlo siquiera, la golpeó, derribándola de espaldas sobre el lecho y arrojándose sobre su cuerpo con la misma precisión maniática con que la había golpeado.
Mudo, pálido y furioso, se abrió paso entre sus piernas, penetrándola con violencia y sintiéndose llegar a un lugar desconocido, que lo atraía y rechazaba a la vez en un movimiento pendular oscuramente presentido y deseado.



Perversógrafo: Sexo oral, sumisión, fetichismo, incesto.









La educación sentimental de la señorita Sonia
Susana Constante
La Sonrisa Vertical SV 13, Tusquets Editores
España, 1979
ISBN: 978-84-7223-313-3
136 pág.



viernes, 29 de marzo de 2013

El arte del azote de Milo Manara y Jean Pierre Enard

En el norte de México, donde he vivido mi vida entera, las mujeres son "bravísimas", son como un ventilador de seis aspas para tirar chingadazos, por lo que este asunto de azotar a una mujer, para mí, pobre macehual ignaro, es algo completamente extraño.

Milo Manara es uno de mis ilustradores favoritos. Podemos achacarle cierto machismo a sus dibujos, con esa mujeres "perfectas" de melenas felinas, con los labios gruesos y, aunque las mujeres que dibuja se comportan como "la mujer maravilla", siempre están dispuestas para el sexo sumiso.

Jean Pierre Enard escribió uno de mis libros favoritos: Cuentos para enrojecer caperucitas, libro que una amable lectora me regaló y que al día de hoy conservo con cariño. Enard es dado al sexo explícito, sumiso y algo sádico.
¿Porqué entonces no gustar de este libro?....bueno, el tema del golpear a una mujer me repugna, y es por eso que este libro estuvo años en mi estantería esperando a que lo leyera.

El libro no está nada mal. No contiene los mejores dibujos de Manara, pero, exceptuando el personaje masculino tan chocante, no está mal.

El texto.....no es gran cosa, pero no deja de ser interesante. Yo creo que el autor quiso reescribir  "el arte del azote" de Jacques Serguine, un himno al azote y la nalga de la mujer; pero el libro de Enard contiene historia:

Una buenérrima mujer, Eva Lindt (más derretible que los chocolates ídem) viaja en el tren hacia Dijón; ella es reportera de chismes sexuales para las revistas de chismes sexuales. Junto a ella se sienta un individuo en su temprana madurez: Donatien Casanova (sí, un chiste del autor) El tipo trae un libraco que se llama "El arte del azote", y pretende ilustrar a la sabrosa señorita sobre la bondad de sus costumbres sexuales.


-El azote ha pasado de moda -declaró-. Hoy en día está mucho más de moda admitir un gusto por los látigos y el cuero que por unos azotes inocentes!
Probablemente nunca la han azotado...

Bueno, la historia no es tal: Donatien le explica su vida como azotador y ella se calienta, para dejarse azotar al final. Todo aderezado con ilustraciones calentorras de un tipo muy feo azotando a muchachas muy guapas.


Mi polla abultaba dentro de mis pantalones. Sophie se dio cuenta, alargó la mano y me bajó la cremallera. Mi órgano salió disparado hacia fuera. La joven lo acarició con una serie de besos delicados, mientras sufría el torrente de fuertes bofetones que le estaba propinando la doncella, y que acabaron por hacer aflorar lágrimas en sus ojos. La doncella volvió a cogerme la mano.
-Tóquelo y verá cómo arde, monsieur.
»Era demasiado. El espectáculo del azote me había excitado más de lo que
podía imaginarme. Aparté a Sophie a un lado y tumbé a la doncella sobre la cama.
Le levanté la falda. Llevaba unas finas bra gas de algodón que le cubrían el culo por
completo. Se las arranqué con tanta violencia que se rompieron. Ella dejó escapar una sonrisa desdeñosa y susurró:
-A su servicio, señor.
»Se puso de rodillas sobre la cama, con la cabeza bajada, como lo haría un fiel que se arrodillara para rezar en dirección a La Meca. Sus nalgas llenaban toda mi visión, dos enormes bolas que revelaban la flor violeta de su ano.
»Rápidamente, extendí mi mano sobre ellas, cubriendo tanta superficie como me era posible.. A cada golpe, la doncella me animaba con una sonrisa, mezcla de placer y gemido. La golpeé sin misericordia, seguro de que podría soportar muchas más cosas. Además, estaba tan excitado que no podría haberle hecho daño. Sólo los sádicos con sangre fría hacen daño a sus víctimas. Esas prácticas no tienen nada que ver con el arte gentil y divertido del azote...
»Continué azotando el relleno y tembloroso culo de la doncella. La vi meter la mano entre sus muslos y comenzar a acariciarse, rogándome, «Sí, monsieur, más fuerte, ¡más fuerte!»
»Mientras, Sophie no estaba ociosa.
Se deslizó debajo de su compañera para colocar su raja justo en la cara de la doncella. Ésta comenzó rápidamente a lamerla, jugueteando con la lengua por la ácida rendija mientras la chica me buscaba con la boca. Yo cooperé sin dudarlo y, sin parar un momento de azotar aquellas medias lunas, metí mi pene en la boca de la adolescente.
»Estaba fascinado por aquellas nalgas que se tensaban, se entregaban, se recogían y se adaptaban al ritmo de mis azotes.
La doncella se puso a trabajar con su sexo, mientras sus gemidos se hacían más rápidos y vehementes. Yo adapté mi ritmo de azote al de sus jadeos. De repente, se
puso rígida y chilló, «¡No!»
»En mi ingenuidad de principiante, pensé por un momento que le había hecho daño. Pero rápidamente lo comprendí, mientras la veía retorcerse y gemir extasiada. En ese mismo instante, se introdujo toda la vulva de Sophie en la boca,
labios y clítoris juntos, succionando, lamiendo. La chica se estremeció y se abandonó al clímax, llenando toda la habitación de un aroma de ámbar y limón. En cuanto a mí, habría sido de mala educación prolongar mi placer por más tiempo. Eyaculé en la garganta de Sophie un chorro de licor que a punto estuvo de asfixiarla.
»Entonces saboreé todo mi triunfo, colocando cada una de mis manos sobre un culo diferente, pero delicioso. Mi visita a la rue Cavour me había enseñado una cosa: ¡en el arte del azote había que olvidar cualquier idea preconcebida!

Así, el tipo se inicia con las prostitutas, para después conseguir una serie de amantes con gustos similares. Algunos amigos que tengo dicen que las mujeres con gusto por el maltrato en lo sexual son abundantes, pero la verdad es que me declaro ignorante.


»Entonces obligó a Francoise a colocarse en una postura más adecuada, a
cuatro patas, con las piernas abiertas.
Ella me colocó entre los muslos de su secretaria, y yo la penetré hasta la empuñadura, encantado ante aquella vaina de terciopelo.
Pero Virginia no me dejó en paz. Me hizo sacar el miembro y a con-
tinuación penetrar el ano, donde, con más dificultades, me hundí en aquel orificio rosado, que olía a musgo y ámbar, y que se cerró fuertemente en torno a mi miembro. Yo bombeaba con fuerza, la taladraba.
-¡Por Virginia.
»Así que me fui follando a Francoise alternativamente por el culo, por el coño, entrando en uno después del otro, saliendo del primero para entrar en el segundo, adentrándome en éste para desertar y explorar aquel. Cuando vio que ya había cogido el ritmo, Virginia se puso a horcajadas encima mío y comenzó a azotarme sin cuartel. Yo me retorcía bajo sus golpes, chillaba, protestaba. Pero al mismo tiempo la animaba a continuar, más fuerte, más rápido. y aun así, seguía follándola por el coño, por el culo, por el coño...*
Francoise se removía debajo mío, moviéndose al ritmo de la copulación. Mis nalgas comenzaron a calentarse. Virginia me golpeaba con el dorso de la mano, y también con el borde. Mi culo estaba en llamas. Tenía que explotar.
delante otra vez! -ordenó
Agarré a Francoise por las piernas y avancé hacia su interior. Ella comenzó a bailar bajo mí, transportada a algún tipo de misterioso trance ceremonial. Comencé a sentir un escalofrío en mi nuca, que me recorría toda la columna vertical y acabó extendiéndose por todo mi ser. ,sintiendo el líquido que salía de mi interior, Francoise se abandonó al clímax de su placer. y aun así todavía no me había librado de Virginia, que continuaba sentada a horcajadas sobre mí, golpeándome las nalgas. Cerró más sus muslos en torno a mi cadera y frotó su monte de Venus contra mi espalda. Me abofeteaba, me golpeaba, me azotaba, con un ardor que me electrificaba. De repente, me apretó aún más entre sus piernas y dejó escapar un fino chorro de líquido que recorrió mi espalda. 


Al final, todo estaba planeado. Casanova quería mostrar a la chica de nombre chocolatoso que la podía seducir y exhibir. El libro es bueno. Recomendable aunque no te gusten ese tipo de prácticas.


Perversógrafo: Sexo vaginal, oral, anal, sumisión, masoquismo, azotes, lesbianismo, prostitución, masturbación, beso negro, trios.



El arte del azote
Milo Manara y Jean Pierre Enard
Norma Editorial, Manara Color #13
ISBN: 84-8431-092-2
Páginas: 96

* NOTA SANITARIA: De la vagina al ano = OK, del ano a la vagina NUNCA, cambia el condón primero





miércoles, 20 de marzo de 2013

El condón asesino de Ralf König

¡Uy que feo!
......de la película inspirada en el cómic.

He de confesar que nunca he usado un condón. Lejos de mí la temeraria idea de estar en contra de su uso, pero simplemente………bueno……..no los he usado y ya.

Este comic me da una buena (es decir, falsa) excusa si ustedes tratan de indagar el porqué de mi peculiar  conducta: nunca sabes cuándo un cachivache de esos se va a comer tu “parte de varón”. En un momento estás poniéndote el “hulito” y dispuesto a saciar tus urentes instintos de pasional libídine (te preparas a coger) y el siguiente estás persiguiendo un extraño ente condoniforme que bufa como gato y huye despavorido con tu pene en su interior.

Aquí tenemos un comic muy divertido de Ralf König. König es un dibujante de comics de temática gay. Sus personajes suelen ser despreocupados gays que viven la vida loca; casi siempre encontramos un tipo grande, peludo, y de aspecto de hombre mediterráneo. Köning suele dibujarnos muy mal a hombres heterosexuales, travestis y mujeres de la elección sexual que sean; sin embargo en este comic en particular no se ensaña con nadie….o mejor dicho, nadie sale bien librado.

En el “hotel revolcón”, hotel de “pago por evento”, en un cuarto en particular ocurren cosas extrañas: las mujeres atacan a los hombres y les arrancan el pene de un mordisco, mientras gritan como locas.
Cuando el inspector de la policía va a investigar, y de pasada a fornicar con un desconocido que conoce en la calle (bueno, no lo conoce, nomás se encueran sin hablar) descubren con horror que el condón de la mesita se mueve y sale huyendo.

En la persecución, el inspector pierde un huevo de una dentellada……..pero el condón no olvidará su enorme pene de mandril.

Resulta que el inspector busca el amor (aunque no es nada romántico) y comienza una relación con el extraño del cuatro de hotel que le lleva flores al hospital……me da mucha risa que para König, hablar de sexo gay es natural y llano…….violento y de urgencia; pero el amor es algo que hace ruborizarse al gran inspector y su amante.

Allí comienzan una serie de aventuras aderezadas con sexo extraño y amor gay.

No soy aficionado al erotismo gay, pero la picardía cómica me gusta mucho, y el absurdo me hace gracia. Creo que este libro es bueno.

Y ya, léanlo, es gracioso. Y no metan la pilinga donde sea.



Perversógrafo: Sexo oral, homosexual, bisexualidad, travestismo, voyeurismo, lluvia dorada, bondage, estupro, prostitución, violación.........qué se yo, cosas muy raras.



El condón asesino
Ranf König
Ediciones la cúpula
Víbora Comix
Barcelona, 1991
ISBN: 84 7833 055







jueves, 28 de febrero de 2013

¿Y el destornillador para qué?

Respecto al último post.......me recordó este fragmento:

Elementos con los que se debe contar en el lugar donde se realiza la orgía


  • Una mesita ratona no muy baja y pantuflas por si alguno de los invitados deseahacer La Tortuguita.
  • Buen servicio de agua caliente para los que quieran ducharse después. Y antes sifuera necesario. (Se recomienda agua caliente central y no termotanque si los participantes son muchos.)
  • Varios juegos de vibradores con diferentes cabezales. Asegúrese de que sean tan fáciles de sacar como de introducir: queda muy feo tener que llamar al ginecólogo o al plomero a las tres de la mañana por un vibrador atascado.
  • Más de una cama para evitar discusiones. También puede servir una alfombra mullida.
  • Si no se cuenta con una alfombra mullida, proveerse de varias colchonetas.
  • Si se cuenta con una alfombra mullida, tener a mano limpialfombras y quitamanchas.
  • Un simpático surtido de forros de varias marcas y colores, con distintos adminículos incorporados.
  • Vaselina y otras cremas lubricantes que no contengan vaselina. (Hay orgiastas alérgicos de todo tipo).
  • Un juego de destornilladores y una linterna.
  • Uno o varios sets de parafernalia sadomasoquista.
  • Un botiquín de primeros auxilios.
  • Los teléfonos del Servicio Sacerdotal de Urgencia, y de Emergencias Psiquiátricas para los que se arrepienten espantosamente en cuanto acaban por tercera vez. (Siempre hay alguno).
  • Una o varias plantas carnívoras.

Usted se preguntará para qué el set de destornilladores y la linterna. O las plantas carnívoras. No tengo por qué decírselo. Es uno de los secretos de la Casa Badmington. Use su imaginación y averígüelo por su cuenta.
Manual Nacional de Cortesía Sexual, de Lord Badminton 

Definitivamente uno aprende muchas cosas en estos libros